Yo soy de Ajey. Nací y morí en Ajey, un humilde pueblecito de la isla de Lanzarote, de casitas dispersas, situado entre las montañas de Emine y de Guatisea.
Su nombre, al igual que los de otros caseríos o complejos cortijeros de la isla (Argana, Chimanfaya, Femés, Goíme, Guatisa, Guinate, Iniguadén, Jaría, Magues, Mala, Masintafe, Maso, Masdache, Mosaga, Tabayesco, Taiga, Tajiche, Tao, Teguise, Teseguite, Testeina, Tiagua, Tinajo, Tingafa, Uga, Yaisa y Ye), era de origen 'majo'.
Su nombre, al igual que los de otros caseríos o complejos cortijeros de la isla (Argana, Chimanfaya, Femés, Goíme, Guatisa, Guinate, Iniguadén, Jaría, Magues, Mala, Masintafe, Maso, Masdache, Mosaga, Tabayesco, Taiga, Tajiche, Tao, Teguise, Teseguite, Testeina, Tiagua, Tinajo, Tingafa, Uga, Yaisa y Ye), era de origen 'majo'.
Los 'majos' fueron nuestros antepasados, las gentes que poblaban la isla desde mucho tiempo antes de ser invadida y colonizada por los europeos.
Por mis venas y por las de muchos de los vecinos de estas aldeas de la isla corría todavía en mis tiempos abundante sangre de aquella antigua raza, y aún se conservaban en toda la isla como cosa natural costumbres y prácticas heredadas de aquellas humildes gentes. Las casas de mi querido pueblo Ajey, por ejemplo, al igual que ocurría en las demás aldeas de la isla, disponían de era en donde trillar los granos, pajeros para guardarlos; tahona, además de molinitos de piedra caseros, en que molerlos para hacer el gofio, nuestro alimento básico; aljibes, maretas y charcos en que recoger el agua de lluvia, tan necesaria para proveer a nuestra subsistencia; corrales en que ordeñar las cabras y 'cambuesas' en que recoger a las guaniles durante las apañadas, y todavía eran corrientes las viviendas de viejo estilo que habían construido los 'majos' llamadas 'casillas' si eran chozas aéreas, 'casas de bóveda' las techadas según esta variante, y 'casas hondas' las que se hacían medio enterradas en el terreno.
De las localidades citadas, todas aquellas que llegaron a desarrollar el suficiente vecindario como para constituirse en centro urbano, conservaron su primitivo nombre 'majo' menos el mío, Ajey. Debo decir que ninguno de aquellos pueblos renegó de su santo patrono una vez entronizada en la respectiva ermita su imagen, ni yo tampoco he renegado del de mi pueblo, el apóstol San Bartolomé. Pero considero que, al igual que ha ocurrido a los otros pueblos, que han mantenido sus nombres vernáculos sin por ello dejar de venerar a sus respectivos santos patronos, debió haberse hecho con mi querido pueblo Ajey.
Voy a contarles ahora, valiéndome de los especiales poderes cognitivos de que gozo en esta alta y privilegiada atalaya a donde mi alma ascendió, que me han permitido seguir toda la historia de mi tierra con una perspectiva total, cómo mi querido pueblito perdió tiempo después de mi muerte su nombre Ajey, con el que yo lo conocí durante toda mi vida, por el de San Bartolomé que ostenta ahora.
Por supuesto que yo sé sin la menor duda que Ajey fue el nombre primitivo del pueblo que ustedes conocen ahora como San Bartolomé, pero soy consciente de qua mi etérea palabra no es suficiente para convencerlos, por lo que no tengo otra alternativa que remitirlos a los documentos que lo acreditan que ustedes conocen y conservan en archivos y museos.
Como podrán ver por esos escritos de tiempos pasados, ya desde el siglo XVI se menciona en varios de ellos el nombre de Ajey como lugar o término. Hay uno, de compraventa de tierras, fechado el 14 de febrero de 1619 y otorgado ante el escribano público de la isla Juan de Higueras, que es el más antiguo conocido por ustedes hasta ahora en que se acredita que Ajey era una aldea. Para los que no lo conozcan he aquí su transcripción: Dice así: "Gaspar Perdomo el viejo, vecino de esta isla de Lanzarote, vendo a Leandro Perdomo de Silva, vecino de esta isla, fanega y media de tierra montuosa donde dicen Ajey, que hube y compré de Juan Luis, de Haría, por mercedes de los señores que de ello le hicieron, que linda por una parte saliendo de la mareta de Ángel y el camino en la mano que va de la dicha aldea para esta villa y a casa de Melchor de Herrera la pared en la mano que dicen de los Clavijos volviendo por las dichas partes hasta dar a la dicha mareta, por precio de 30 reales".
Se imaginarán ustedes que si ya entonces Ajey era una aldea lo viniera siendo desde bastantes años atrás. En efecto, esto enlaza con el nombre 'Teguei' que figura en el mapa que hizo en 1591 el ingeniero italiano llamado Leonardo Torriani quien trabajaba para su majestad Feiipe II, nombre que por error escribió en esta forma desfigurada a causa de su desconocimiento de la isla dado el poco tiempo que estuvo en ella. Como pueden observar el nombre lo acompaña con la figurita de un edificio con la que acredita su calidad de poblado, cosa que hace con todos los centros urbanos representados en su mapa, la mayoría de ellos reconocibles en la actualidad.
Este nombre de mi querido pueblo, Ajey, mal escrito por el señor Torriani Teguei, se registra aún más desfigurado en el mapa de Próspero Cassola, de 1634, quien lo escribe 'Togo', y que años más tarde, en 1686, lo cambia en 'Toga' el historiador Pedro Agustín del Castillo, autor que se limitó a reproducir el mapa de Cassola haciéndole sólo algunas pequeñas correcciones, sin advertir que ya entonces el pueblo era conocido como San Bartolomé.
Este cambio estuvo precedido, tal como puede apreciarse por diversos documentos de esa época, por un periodo de transición de algunas décadas de duración de mediados de aquella centuria en que le emplearon indistintamente para designarlo los nombres Ajey y San Bartolomé, más al principio el de Ajey y más al final el de San Bartolomé, hasta producirse la desaparición del nombre antiguo y afianzarse definitivamente el moderno, cambio que yo observaba desde mi celestial atalaya con gran sentimiento de pena y añoranza por lo que el nombre Ajey había supuesto para mi por los inolvidables recuerdos que guardaba de mi infancia, mi juventud y mi vejez en aquel humilde y amado caserío.
Pasaron los años, y los siglos, sin que nadie se preocupara de reivindicar el nombre Ajey, ajenos todos de su valor histórico, cultural y sentimental. Por fin, bien entrado el novecientos, ya en sus últimos decenios, cuando el interés por el pasado histórico de la isla alcanzó un auge sin precedentes en el estamento más culto de la sociedad lanzaroteña, se despertó el deseo de recuperar el nombre Ajey. Pero para no lastimar los sentimientos religiosos de los vecinos del pueblo se propuso añadirlo al ya consolidado de San Bartolomé. Hubo una ilusión enorme por conseguir este objetivo, tal como ya habían hecho en otras islas los vecinos de pueblos que se encontraban en casos similares (San Bartolomé de Tirajana, en Gran Canaria, el más equiparable al de nuestra isla por su identidad nominal, o los de San Miguel de Abona o Santiago del Teide en Tenerife, e incluso el de su capital Santa Cruz de Tenerife). Con esta ilusión in crescendo se entró en el nuevo siglo y se llegó al año de 2006. Por fin la corporación municipal, haciéndose eco de este loable deseo de buena parte de la población, cada vez más generalizado, decidió celebrar, con adecuado criterio democrático, una consulta popular a modo de referéndum que habría de celebrarse el día 24 de septiembre del citado año.
¡Aciago día! El pueblo, imbuido de ideas peregrinas sobre el particular, desinteresado por asuntos culturales de este calado y manipulado por la oposición política del municipio, que guiada por el contumaz objetivo de zancadillear al partido en el poder no para mientes en el daño que se causan a ellos mismos y al estamento político en general, se manifestó contrario a tal proyecto.
Cuando tuvimos conocimiento de tan escandaloso resultado aquí arriba, en estos parajes celestiales, no lo podíamos creer. Hasta el venerable apóstol San Bartolomé se quedó con la boca abierta, pero una vez repuesto de su morrocotuda sorpresa exclamo en un acto espontáneo de desahogo: ¡Pero cómo! ¡claro que sí! ¡Que llamen a mi pueblo San Bartolomé de Ajey! ¡Pues no faltaba más!
Pues será en mejor ocasión, cuando la ciudadanía haya tomado mejor conciencia de la cuestión cultural de la isla y se hayan modificado las normas por que se rige la política en Lanzarote de forma tal que no se permitan estos desmadres a sus representantes, que tan mala fama están dando a la isla.
Por mis venas y por las de muchos de los vecinos de estas aldeas de la isla corría todavía en mis tiempos abundante sangre de aquella antigua raza, y aún se conservaban en toda la isla como cosa natural costumbres y prácticas heredadas de aquellas humildes gentes. Las casas de mi querido pueblo Ajey, por ejemplo, al igual que ocurría en las demás aldeas de la isla, disponían de era en donde trillar los granos, pajeros para guardarlos; tahona, además de molinitos de piedra caseros, en que molerlos para hacer el gofio, nuestro alimento básico; aljibes, maretas y charcos en que recoger el agua de lluvia, tan necesaria para proveer a nuestra subsistencia; corrales en que ordeñar las cabras y 'cambuesas' en que recoger a las guaniles durante las apañadas, y todavía eran corrientes las viviendas de viejo estilo que habían construido los 'majos' llamadas 'casillas' si eran chozas aéreas, 'casas de bóveda' las techadas según esta variante, y 'casas hondas' las que se hacían medio enterradas en el terreno.
De las localidades citadas, todas aquellas que llegaron a desarrollar el suficiente vecindario como para constituirse en centro urbano, conservaron su primitivo nombre 'majo' menos el mío, Ajey. Debo decir que ninguno de aquellos pueblos renegó de su santo patrono una vez entronizada en la respectiva ermita su imagen, ni yo tampoco he renegado del de mi pueblo, el apóstol San Bartolomé. Pero considero que, al igual que ha ocurrido a los otros pueblos, que han mantenido sus nombres vernáculos sin por ello dejar de venerar a sus respectivos santos patronos, debió haberse hecho con mi querido pueblo Ajey.
Voy a contarles ahora, valiéndome de los especiales poderes cognitivos de que gozo en esta alta y privilegiada atalaya a donde mi alma ascendió, que me han permitido seguir toda la historia de mi tierra con una perspectiva total, cómo mi querido pueblito perdió tiempo después de mi muerte su nombre Ajey, con el que yo lo conocí durante toda mi vida, por el de San Bartolomé que ostenta ahora.
Por supuesto que yo sé sin la menor duda que Ajey fue el nombre primitivo del pueblo que ustedes conocen ahora como San Bartolomé, pero soy consciente de qua mi etérea palabra no es suficiente para convencerlos, por lo que no tengo otra alternativa que remitirlos a los documentos que lo acreditan que ustedes conocen y conservan en archivos y museos.
Como podrán ver por esos escritos de tiempos pasados, ya desde el siglo XVI se menciona en varios de ellos el nombre de Ajey como lugar o término. Hay uno, de compraventa de tierras, fechado el 14 de febrero de 1619 y otorgado ante el escribano público de la isla Juan de Higueras, que es el más antiguo conocido por ustedes hasta ahora en que se acredita que Ajey era una aldea. Para los que no lo conozcan he aquí su transcripción: Dice así: "Gaspar Perdomo el viejo, vecino de esta isla de Lanzarote, vendo a Leandro Perdomo de Silva, vecino de esta isla, fanega y media de tierra montuosa donde dicen Ajey, que hube y compré de Juan Luis, de Haría, por mercedes de los señores que de ello le hicieron, que linda por una parte saliendo de la mareta de Ángel y el camino en la mano que va de la dicha aldea para esta villa y a casa de Melchor de Herrera la pared en la mano que dicen de los Clavijos volviendo por las dichas partes hasta dar a la dicha mareta, por precio de 30 reales".
Se imaginarán ustedes que si ya entonces Ajey era una aldea lo viniera siendo desde bastantes años atrás. En efecto, esto enlaza con el nombre 'Teguei' que figura en el mapa que hizo en 1591 el ingeniero italiano llamado Leonardo Torriani quien trabajaba para su majestad Feiipe II, nombre que por error escribió en esta forma desfigurada a causa de su desconocimiento de la isla dado el poco tiempo que estuvo en ella. Como pueden observar el nombre lo acompaña con la figurita de un edificio con la que acredita su calidad de poblado, cosa que hace con todos los centros urbanos representados en su mapa, la mayoría de ellos reconocibles en la actualidad.
Este nombre de mi querido pueblo, Ajey, mal escrito por el señor Torriani Teguei, se registra aún más desfigurado en el mapa de Próspero Cassola, de 1634, quien lo escribe 'Togo', y que años más tarde, en 1686, lo cambia en 'Toga' el historiador Pedro Agustín del Castillo, autor que se limitó a reproducir el mapa de Cassola haciéndole sólo algunas pequeñas correcciones, sin advertir que ya entonces el pueblo era conocido como San Bartolomé.
Este cambio estuvo precedido, tal como puede apreciarse por diversos documentos de esa época, por un periodo de transición de algunas décadas de duración de mediados de aquella centuria en que le emplearon indistintamente para designarlo los nombres Ajey y San Bartolomé, más al principio el de Ajey y más al final el de San Bartolomé, hasta producirse la desaparición del nombre antiguo y afianzarse definitivamente el moderno, cambio que yo observaba desde mi celestial atalaya con gran sentimiento de pena y añoranza por lo que el nombre Ajey había supuesto para mi por los inolvidables recuerdos que guardaba de mi infancia, mi juventud y mi vejez en aquel humilde y amado caserío.
Pasaron los años, y los siglos, sin que nadie se preocupara de reivindicar el nombre Ajey, ajenos todos de su valor histórico, cultural y sentimental. Por fin, bien entrado el novecientos, ya en sus últimos decenios, cuando el interés por el pasado histórico de la isla alcanzó un auge sin precedentes en el estamento más culto de la sociedad lanzaroteña, se despertó el deseo de recuperar el nombre Ajey. Pero para no lastimar los sentimientos religiosos de los vecinos del pueblo se propuso añadirlo al ya consolidado de San Bartolomé. Hubo una ilusión enorme por conseguir este objetivo, tal como ya habían hecho en otras islas los vecinos de pueblos que se encontraban en casos similares (San Bartolomé de Tirajana, en Gran Canaria, el más equiparable al de nuestra isla por su identidad nominal, o los de San Miguel de Abona o Santiago del Teide en Tenerife, e incluso el de su capital Santa Cruz de Tenerife). Con esta ilusión in crescendo se entró en el nuevo siglo y se llegó al año de 2006. Por fin la corporación municipal, haciéndose eco de este loable deseo de buena parte de la población, cada vez más generalizado, decidió celebrar, con adecuado criterio democrático, una consulta popular a modo de referéndum que habría de celebrarse el día 24 de septiembre del citado año.
¡Aciago día! El pueblo, imbuido de ideas peregrinas sobre el particular, desinteresado por asuntos culturales de este calado y manipulado por la oposición política del municipio, que guiada por el contumaz objetivo de zancadillear al partido en el poder no para mientes en el daño que se causan a ellos mismos y al estamento político en general, se manifestó contrario a tal proyecto.
Cuando tuvimos conocimiento de tan escandaloso resultado aquí arriba, en estos parajes celestiales, no lo podíamos creer. Hasta el venerable apóstol San Bartolomé se quedó con la boca abierta, pero una vez repuesto de su morrocotuda sorpresa exclamo en un acto espontáneo de desahogo: ¡Pero cómo! ¡claro que sí! ¡Que llamen a mi pueblo San Bartolomé de Ajey! ¡Pues no faltaba más!
Pues será en mejor ocasión, cuando la ciudadanía haya tomado mejor conciencia de la cuestión cultural de la isla y se hayan modificado las normas por que se rige la política en Lanzarote de forma tal que no se permitan estos desmadres a sus representantes, que tan mala fama están dando a la isla.
Hey, Gey, aparece en un libro sobre el patrimonio cultural de San Bartolomé del año 2002, de Don José Hernández, D. Marcial Falero y D. Antonio Montelongo y está claro que desde principios del siglo XVI aparece Ajey con esos nombres, en documentación histórica fidedigna
ResponderEliminarAclarar, con todo afecto, a D. Agustín, que el Teguei de Torriani, que menciona, no se refiere, con toda claridad, a Ajei. Se refiere a Tegoi, es decir, al antiguo nombre del actual Tegoyo.
ResponderEliminarAtentamente
Silvano Corujo
Ya don Agustín está muerto, creemos, pero ahí están sus herederos y editores. Si esto es todo lo que sabe de Ajey es poca cosa pues no sabe de su origen y así lo manoseó todo y se lo tragó. ¡Y cómo nos despreció porque tenía ciencia infusa de humo! Había que estudiar bereber y nosotros tuvimos esa suerte que nos vino a la Isla. No sabe tampoco de Cuestajaide cercana..., pero seguro que sí lo dará. Pues ahí lo tiene..., no se pueden saber los nombres amaziges por ciencia infusa y otros se pasan de ciencia y pastiche. Al poco que busquen un poco más hallarán el significado de Ahey, ¡Ajey, Ajey!
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