Por Agustín Pallarés Padilla
(EL GUINCHO, nov.-dic.-1990)
PANDION HALIAETUS |
En esta mi primera colaboración en la joven revista EL GUINCHO, de una serie sobre animales y plantas de nuestra isla que me propongo llevar a cabo, nada más apropiado que dedicar la primera de ellas al ave de que la misma publicación y la agrupación ecologista de la que es órgano escrito, toman el nombre.
Su denominación común en el español normativo es ‘águila pescadora’; en inglés se le llama ‘osprey’, salvo en Norteamérica, que recibe el nombre de ‘fishhawk’; en francés, ‘balbuzard pecheur’; en alemán, ‘fischadler’; en portugués, ‘aguia-pesqueira’, y en italiano, ‘falco pescatore’.
Cuáles puedan ser el origen y etimología del nombre ‘guincho’ que usamos en Canarias no lo sé con certeza, pero sí que en portugués se aplica, además del ya mencionado de ‘aguia-pesqueira’, más extendido, a la misma ave que en estas islas, por lo que pienso que deba tratarse de un término de ámbito local, quizás privativo del archipiélago de las Madeiras, con el que el nuestro mantuvo tan estrechas relaciones en siglos pasados.
‘Guincho’ en esa lengua ibérica hermana significa ‘grito agudo; aullido, gañido’, lo cual concuerda bastante bien, al menos en la primera de las dos definiciones, con la voz de estas aves, especialmente cuando se hallan excitadas con sus escarceos amatorios en días apacibles y luminosos.
Sabido es que el ‘guincho’ no es un ave exclusiva de Canarias. Por el contrario, su área de dispersión es muy amplia, pudiendo considerarse como especie practicamente cosmopolita, pues además de las zonas costeras de todo el mundo que ocupa más habitualmente, llega incluso a instalarse en el interior de algunos continentes, en aquellas regiones dotadas de grandes lagos y ríos en que pueda encontrar presas de suficiente tamaño con que alimentarse.
Se trata de una de las aves más corpulentas de cuantas nidifican en nuestra isla, rivalizando en tamaño con el ‘guirre’ (Neophron percnopterus) y la avutarda (Chlamydotis undulata). Sus largas y potentes alas pueden sobrepasar holgadamente el metro y medio de envergadura. El plumaje, apretado y dificilmente permeable al agua, ofrece una coloración pardo oscura por el dorso y partes superiores de las alas y cola, que se prolonga a través de la cara hasta el mismo arranque del pico, y blanca más o menos sucia en las zonas inferiores del cuerpo, con salpicaduras y motas negruzcas irregulares que se acumulan sobre todo en la frente y píleo, donde ostenta una moña o conjunto de plumas erizables poco pronunciada. El pico, robusto y ganchudo, así como las garras, son de color negro, mientras que el resto de las patas, que se hallan protegidas por una auténtica coraza de durísimas papilas córneas, son de un color grisáceo verdoso. Por cierto, que el dedo posterior es oponible, de modo que puede dirigirlo a voluntad hacia delante o atrás, lo que le facilita enormemente el aferramiento de la presa.
No se observan apreciables diferencias morfológicas o de colorido entre los dos sexos, salvo que la hembra es algo mayor que el macho.
Debido, por tanto, a este contraste del negro por encima y el blanco por debajo, más su gran tamaño, su identificación, tanto si el ave está en vuelo o posada, resulta relativamente fácil, en particular para un observador medianamente avezado a la avifauna canaria. Para el que esto escribe tal identificación o reconocimiento es cosa sencilla y elemental, pues no en vano han sido muchos los años que he vivido en la islita de Alegranza, uno de los principales relictos de estas aves en nuestro archipiélago, habiendo sido en consecuencia infinitas las veces en que he tenido oportunidad de verlas entregadas a sus operaciones de captura y otras actividades vitales. En cierta ocasión pude incluso presenciar el insólito espectáculo de la muerte por ahogamiento de una de estas aves por un gran sargo breado (Diplodus cervinus), el cual, en su desesperada reacción al sentirse ensartado por las afiladas garras del ave logró vencerla arrastrándola consigo bajo las aguas. Por lo visto, estos volátiles deben adolecer, al menos en ocasiones, del defecto de que una vez clavadas las uñas en la presa no pueden zafarse por más esfuerzos que hagan, resultando entonces que si por error de cálculo ensartan una presa demasiado grande, se convierten de verdugos en víctimas, como ocurrió en el caso descrito.
Debido a esta contingencia de morir a veces ahogados por conseguir el sustento para sí y los suyos, se ha incluido al ‘guincho’ en el escudo de la ciudad de Arrecife como símbolo de la azarosa existencia que han llevado de siempre sus pescadores en los viajes efectuados a la vecina costa de África, en los cuales tantos han pagado con el trágico tributo de sus vidas.
Debo hacer constar, sin embargo, que el sargo breado no es precisamente presa habitual del ‘guincho’, ya que se trata de una especie de pez de costumbres más bien bentónicas, que no suele aproximarse por tanto a la superficie, requisito indispensable para poder ser capturado por estas rapaces. Puedo afirmar, no obstante, sin el menor resquicio de duda, que en el caso descrito se trataba de uno de estos peces, ya que por su notoria librea de franjas verticales alternas blancas y negras resulta imposible de confundir con cualquier otra especie propia de nuestros mares, a lo que hay que sumar la favorable circunstancia de que pude seguir con la suficiente claridad la desesperada lucha por la supervivencia entre los dos animales con unos prismáticos.
Por el conocimiento personal adquirido a través de las múltiples observaciones visuales directas y comprobación ‘in situ’ de los restos dejados por los ‘guinchos’ luego de devoradas las presas, puedo afirmar que las especies más consumidas por estas aves, al menos en Alegranza por lo que pude comprobar personalmente son, con mucha diferencia sobre cualquier otra, el ‘palometón’ (Trachynotus ovatus) y el llamado por allí arenque (especie ésta que en Canarias no existe), que debe ser la ‘Sardinella aurita’ o la ‘S. madeirense’, en particular la primera, peces que por aquellos años solían formar densos cardúmenes o ‘mantadas’ que hacían cabrillear la superficie del mar en zonas de cierta extensión.
Las técnicas predatoras que emplea el águila pescadora resultan verdaderamente espectaculares. El ave vuela ordinariamente siguiendo una trayectoria más o menos rectilínea a una altura constante no excesiva, que puede oscilar por lo general entre los cuarenta y los cincuenta metros, al tiempo que va oteando atentamente la extensión de la superficie marina que queda dentro de su campo visual, y tan pronto como descubre una presa o bien se lanza inmediatamente en picado en su dirección, con las alas encogidas para facilitar la velocidad, si la misma se encuentra en disposición de ser aprehendida, o bien se cierne previamente unos instantes en el aire con un rápido y rítmico batir de alas, quedando como clavada en el espacio, hasta que el pez se encuentre en las condiciones requeridas para el ataque, adelantando en cualquiera de los dos casos las patas justo un instante antes de tocar el agua con las garras dispuestas para atenazarlo.
Son mayoría, empero, las veces en que el intento resulta fallido, en el setenta u ochenta por ciento de los cuales el ave desiste poco antes de darse el chapuzón, tomando altura velozmente de nuevo aprovechando el mismo impulso que tomó para descender.
A juzgar por la colocación en que acostumbran llevar la presa, con la cabeza siempre hacia adelante y prendida por el lomo habría que colegir que antes de apresarla deben esperar a que el pez se encuentre en la posición requerida, de modo que esta circunstancia y una profundidad excesiva serían factores a tener en cuenta para explicar la mayor o menor celeridad con que el ave actúa en sus ataques.
El nido alcanza a veces dimensiones descomunales, pudiendo llegar con los materiales añadidos cada año (gajos de leña sobre todo) hasta los dos metros de altura. El de La Montaña de la Rapadura, a 1 Km al SO del faro de Alegranza, puede servir de ejemplo en este sentido. Siempre lo he conocido así, y según los informes que he recabado de los más veteranos pescadores de La Graciosa, su existencia se remonta a época inmemorial.
De acuerdo a los ornitólogos mejor impuestos en el tema estas aves pueden vivir bastantes años, aunque no tantos, por supuesto, como la duración que alcanzan nidos como el que acabo de citar, por lo que resulta obligado deducir que al morir uno de los consortes que componen la pareja que lo ocupan, el que queda se casará con una nueva ave, repitiéndose el fenómeno en un largo proceso que puede durar muchos años, sin descartar la posibilidad, naturalmente, de que un nido abandonado por la causa que fuere pueda ser reutilizado por una nueva pareja.
La puesta se efectúa normalmente en marzo o principios de abril, y se compone de un número de huevos que suele oscilar entre dos y cuatro, alcanzando el tamaño de uno de gallina grande, cuyo color predominante es el de fondo cremoso pintarrajeado de abundantes manchas coloradizas.
Después de unos treinta y cinco a treinta y siete días de incubación, en la que lleva la mayor parte la hembra alimentada por el macho, nacen los polluelos cubiertos de un plumón compacto y más bien corto, de un color grisáceo con motas parduscas por encima y amarillento por el vientre con una faja de tonalidad arenosa a lo largo del dorso que se torna más pálida unas semanas después. Tras la correspondiente ceba, suministrada por la hembra con pescado traído por el macho, y habiendo adquirido ya el plumaje completo, están en disposición de emprender el vuelo hacia los cincuenta días y pico de edad, si bien con notables deficiencias en los primeros intentos por falta de práctica.
A este respecto voy a contar el caso en que fui parte presencial un bonancible día de junio del año 1944. Hallándome pescando con mi hermano Antonio y un hijo del ordenanza del faro en un pequeño bote frente al acantilado de La Rapadura, en una de cuyas ‘taliscas’ o andenes se encuentra el nido repetidamente citado, observamos con curiosidad cómo las crías ya desarrolladas que lo ocupaban (creo recordar que eran tres) hacían los habituales pinitos para ejercitarse en el vuelo entre la general algarabía de toda la familia, batiendo energicamente las alas, hasta que uno de los pollos, más decidido, se lanzó al vacío con tan mala fortuna que fue a amerizar cerca precisamente de donde nos encontrábamos nosotros, quedando flotando incapaz de remontar el vuelo a merced nuestra, que lo cogimos sin más problemas.
Aquel ‘guincho’, que pese a su extremada juventud ofrecía ya la altiva mirada característica de las águilas, por cuya razón mi padre le impuso el nombre de Napoleón, quedó en la isla a cargo del ordenanza del faro, ya que nosotros nos marchamos de Alegranza a los pocos días al ser destinado mi padre al faro de Pechiguera.
Sin duda alguna la población de ‘guinchos’ fue más numerosa en épocas pasadas en esta isla de Lanzarote e islotes adyacentes, aunque nunca demasiado abundante, al menos hasta donde la memoria popular alcanza. Aparte de los que conocí personalmente en Alegranza, el ya comentado de la Rapadura, dos en Montaña Lobos y otros dos en el acantilado de La Caldera, he podido recoger referencias de nidos ya desaparecidos que se conocieron dentro de este siglo. Entre ellos puedo mencionar uno en el Roque del Este; otro en El Roquete o Roque del Oeste; dos más en Montaña Clara; otro en Montaña Amarilla (La Graciosa); otro en La Playa del Guincho, así llamada por la pareja de estas aves que anidaba en ella, situada al pie del tramo del acantilado de Famara correspondiente a Montañá Aganá; otro más en Risco Negro, de Montaña Tenésara, y otro último en La Peña del Guincho, asimismo tomado del nombre del ave, que es el espectacular monolito estratificado que está junto al Charco de los Clicos, en El Golfo.
Maravillosa entrada sobre El Guincho. Historias verídicas de primera mano. ¿Vivió usted tanto tiempo seguido en Alegranza? ¿Era hijo del farero?
ResponderEliminarEL GUINCHO, ES UNA AVE QUE SE ENCUENTRA TAMBIEN LA CUENCA DEL PAPALOAPAN DEL ESTADO DE VERACRUZ,MEXICO.
ResponderEliminarSOY ORIGINARIO DE LA CIUDAD DE COSAMALOAPAN, VERACRUZ Y ESA AVE ES MUY COMUN VERLA A LA ORILLA DE RIOS, LAGUNAS Y CANALES.
EXISTE UNA FAUNA MUY VARIABLE DE AVES EN ES REGION QUE TAMBIEN HABITAN EN OTRAS PARTES DEL MUNDO.
A la llegada de los conquistadores españoles a Cuba denominaron Punta de Guincho un promontorio sobre el cual levantaron la villa de Satna María del Puerto del Príncipe en 1514. Y en efercto exiten allí aun colonias de aguilas pescadoras muy semejantre al guincho, aunque parece ser una especie menor
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