Por Agustín Pallarés Padilla.
(Comunicación presentada en las II Jornadas de Historia de Lanzarote y Fuerteventura de 1990)
El título del trabajo que aquí presento a la consideración de los lectores interesados en estos temas de lingüística aborigen canaria es suficientemente explícito en su enunciado, por lo que no requiere mayor clarificación. Sólo el adjetivo ‘guanche’, dando por buena su pancanarización, exigiría ciertas precisiones acerca de las reservas a que pudiera dar lugar su empleo.
Para empezar podría señalarse la dificultad de establecer con la debida garantía si un determinado topónimo es de procedencia guanche, incluso aunque parezca delatarlo la peculiar fisonomía que en muchos casos los distingue, pues no hay que olvidar que un importante contingente poblacional de Lanzarote estuvo constituido en siglos pasados por moriscos capturados como esclavos en los territorios africanos fronterizos a Canarias y que esas gentes pertenecían a tribus que aún hablaban en parte lenguas bereberes afines a las de los primitivos pobladores de nuestro archipiélago, por lo que es muy posible que muchos de los nombres de lugares que en la actualidad son tenidos como guanches provengan en realidad de esos moriscos.
Pueden existir casos, por otro lado, en que algunos de estos topónimos de origen bereber estuvieran camuflados bajo un falso aspecto castellano. El nombre del pueblo Mala podría servir como muestra para ejemplificar este supuesto. Efectivamente, cualquiera a primera vista no dudaría en encasillarlo como vocablo español, bien sea en calidad del adjetivo calificativo homónimo o como el sustantivo equivalente a ‘valija del correo’, como algunos pretenden. Sin embargo, su interpretación en esta segunda acepción al menos, hay que descartarla desde el momento en que sabemos que la incorporación de la voz ‘mala’ a nuestra lengua, procedente del francés ‘malle’, de igual significado, se produjo, según nos explican los diccionarios etimológicos, bien entrado el siglo XVIII, siendo así que el topónimo ‘Mala’ está documentado desde por lo menos las últimas décadas del siglo XVI en que lo consigna Torriani en el mapa que acompaña a su conocida obra histórica. Su naturaleza aborigen, además, parece quedar acreditada por la analogía que presenta con otro topónimo de clara estructura guanchinesca situado escasamente a un par de kilómetros de distancia, La Montaña Tinamala, en el cual parece hallarse inserto. De ser cierto que la partícula inicial ‘tin’ significa montaña, como hay razones fundadas para creerlo, tendríamos entonces un compuesto en esta palabra formado por ‘montaña’ más el nombre ‘mala’ (en el supuesto de que se trate del mismo como parece probable) interrelacionados de alguna manera.
El caso contrario, es decir, el de un nombre español disfrazado de guanchismo, podría ser el de ‘jorao’, ya que con toda probabilidad se trata de una deformación de ‘horado’ por aspiración de la /h/ y pérdida de la /d/ en finales intervocálicas como estas, según la pronunciación vulgar típica en nuestra tierra, cuyo significado es agujero grande que atraviesa una roca de parte a parte.
Hechas estas pertinentes observaciones sobre las reservas a que puedan dar lugar los topónimos que voy a comentar a continuación con respecto a su naturaleza guanche, paso a exponerlos.
DISE. Se trata de uno de los nombres más intrigantes de cuantos integran la nomenclatura toponímica de Lanzarote por la gran difusión que alcanza en su geografía, pues son muchos los topónimos en que entra a formar parte como componente. Hasta ahora he podido encontrar los siguientes:
El Dise, especie de bastión o contrafuerte del volcán La Atalaya, junto al pueblo de Femés.
El Morro de los Dises, El Lomo de los Dises, El Valle de los Dises y La Playa de los Dises, un conjunto toponímico interdependiente, a unos pocos kilómetros al mediodía del mismo pueblo.
Los Dises, zona litoral en la isla de La Graciosa, a poniente de La Montaña del Mojón.
El Dise, cerca del pueblo de Guatiza, del lado de naciente de La Caldereta.
El Dise, dentro del casco de Mala.
La Peña del Dise, a un par de kilómetros al E de La Tiñosa.
Los Dises, en la orilla del mar, cerca del pequeño caserío de Caleta Caballo, en cuyo lugar desemboca El Barranco de los Dises.
El Dise, detrás de Soo, por el lado O de La Caldera de los Aljibes.
Los Dises, en el término municipal de Tinajo, a poco más de 2 Km al NO de Montaña Tenézara, ocupando parte de un ‘islote’ o porción de terreno antiguo no invadido por las lavas de las erupciones de época histórica, dividido en dos sectores, Los Dises de Arriba y Los Dises de Abajo.
El Dise Blanco, a 1 Km al O del pueblo de Los Valles, por encima de Manguia.
La Ladera del Dise, en este mismo pueblo.
Y, finalmente, quizás también haya que incluir en esta relación el lugar de Los Sisitos, posible alteración en diminutivo plural del nombre, situado al pie de Montaña Casa por su flanco SE, a 1 Km de Uga.
Qué puede haber significado en su momento esta enigmática palabra no he podido averiguarlo pese al empeño que he puesto preguntando una y otra vez a cuantas personas residían en las inmediaciones de los respectivos lugares con ella nominados. Su empleo como designación de algo concreto que antaño debió estar muy extendido a juzgar por el número de sitios que aún conservan su nombre, se ha perdido por lo visto desde hace mucho tiempo. El hecho de que se llegara a usar en La Graciosa parece demostrar que continuó vigente hasta cierto tiempo después de la llegada de los europeos.
Su adscripción a la lengua española, o incluso a la portuguesa, cuya influencia en nuestra habla popular ha sido bien manifiesta, parece totalmente descartada, pues no me ha sido posible encontrar en cuantos diccionarios he consultado, nada que se le pueda relacionar. Tratar de dilucidar su significado por la vía etimológica, recurriendo a comparaciones con las lenguas bereberes es tarea reservada, naturalmente, a los especialistas o buenos conocedores de esas lenguas africanas. Los no expertos en berberología debemos contentarnos con simples especulaciones basadas en los conocimientos más elementales aplicables al caso, sin que puedan tener otro valor, por supuesto, que el de meras hipótesis más o menos aleatorias según el sentido común y la lógica que las presida.
Hay que reconocer además que desgraciadamente la investigación etimológica aplicada a las lenguas guanches se ha revelado prácticamente inoperante, pues aunque haya sobrada evidencia en lo concerniente al origen bereber de las hablas prehispánicas canarias, lo cierto es que debido a determinadas causas, como puedan ser el escaso conocimiento que se tiene en la actualidad de las lenguas bereberes matrices de las canarias y la diversificación entre éstas y las bereberes actuales, a lo que hay que añadir la grave alteración fonética que sin duda debieron sufrir las voces aborígenes al ser adaptadas forzadamente a la pronunciación del español de la época de ocupación de las islas, las transcripciones plagadas de errores en los casos de transmisión literaria y otras, la mayor parte de las palabras aborígenes llegadas hasta nosotros deben haber sufrido una desfiguración tal que ha hecho infructuosos en la mayor parte de los casos los intentos de interpretación de las mismas, según demuestran palmariamente las dispares conclusiones obtenidas por los distintos berberólogos que se han ocupado de su estudio.
Desechada, pues, esta faceta investigativa, mi primer paso fue el de explorar sobre el terreno los diferentes lugares designados con este nombre para ver de hallar en ellos alguna característica común, topográfica o de cualquier otra índole, que me aportara una pista conducente a despejar la incógnita que el nombre encierra.
Fue al visitar el paraje costero de Los Dises, en Caleta Caballo, cuando reparé con curiosidad en la existencia de multitud de hoyos muy característicos abiertos en el piso rocoso intermareal, a modo de profundas piletas de interior alisado, que me llamaron la atención por su número y forma redondeada bastante regular, pues aunque no se trate de un fenómeno geológico excesivamente raro en nuestras costas, no es frecuente sin embargo encontrarlos juntos en tal abundancia en un mismo lugar.
Estas llamativas pocetas deben ser el producto, según colijo, del persistente y progresivo desgaste que van sufriendo en su fondo y paredes sendas oquedades preexistentes en el suelo rocoso, de forma más o menos irregular, mediante el roce producido por callaos o cantos rodados que caen en su interior y son movidos por las olas una y otra vez en un largo proceso que puede durar siglos o milenios.
El siguiente paso que di fue, como es de esperar, el de comprobar si en los otros dos lugares costeros que llevan el nombre ‘dise’ se daban también estas peculiares formaciones erosivas. Y así ocurrió, efectivamente, al menos en uno de ellos, el de Los Dises en La Gaciosa, si bien las pocetas que vi en un principio eran bastante más someras que las del sitio anterior. Más, según me hizo notar el guía que me condujo al lugar, un veterano pescador de la misma islita, las piletas más hondas habían sido cubiertas por una avalancha de grandes cantos rodados desplazados de su lugar habitual más alto de la playa por un fuerte temporal de olas ocurrido tiempo atrás. Y en efecto, mirando por entre los callaos situados a más bajo nivel y menos amontonados por ende, se podían distinguir parcialmente algunas de estas piletas más hondas.
Otro dato que parece venir en cierto modo en apoyo de la identificación del nombre ‘dise’ con estas piletas es que, según me informó mi acompañante graciosero, no hay, aparte de ésta, ninguna otra zona en toda esta costa occidental de la islita dotada de estos característicos hoyos alisados.
No fueron tan halagueños los resultados de mis pesquisas en el otro lugar marítimo de este nombre en la isla, el de La Playa de los Dises, a naciente de Ajache Grande, donde no pude localizar las esperadas piletas. Ello podría atribuirse, no obstante, a que, según presumo, el tal nombre debe venirle a la playa por extensión del nombre del valle homónimo que en ella desagua, al igual que debe acontecer con El Morro de los Dises y El Lomo de los Dises, anexos ambos asimismo a dicho valle, por lo que pienso que debe ser en este Valle de los Dises donde se encierra la explicación del enigmático nombre.
Pero como en un valle no pueden existir piletas excavadas por la erosión marina, de pensar en receptáculos análogos de tierra adentro tendrían que ser de otra naturaleza. El valle es muy grande, y sólo he podido recorrerlo en una parte muy reducida de su extensión total, la correspondiente a su flanco derecho, por donde discurre una pista de tierra, y unicamente en un trayecto relativamente corto. No obstante, ya en este limitado sector recorrido pude observar en las barranqueras afluentes que bajan hacia el fondo del barranco por aquel lado, al pie de las bruscas caídas que en ellas se forman de trecho en trecho, unas fosas o tanquetas, de bastante capacidad a veces, que según me han contado personas de los pueblos comarcanos, suelen retener las aguas de escorrentía durante un tiempo bastante prolongado si la lluvia ha caído con la suficiente intensidad, recordando por su estructura y potencial funcionalidad a los típicos ‘eres’ aborígenes de Tenerife y otras islas del archipiélago.
Pero está claro que aunque puede admitirse una cierta similitud morfológica entre ambos tipos de receptáculos naturales, no es fácil por contra establecer una relación etimológica entre sus respectivos nombres ‘dise’ y ‘ere’. Sin embargo, aunque mis recursos lexicográficos sobre las lenguas bereberes son muy pobres, ha llegado a mi conocimiento otro nombre aplicado en el norte de Africa a un tipo de pozo bastante parecido, de apenas un metro de profundidad como máximo, que suele excavarse en terrenos arenosos con capas acuíferas someras, denominado ‘tilinsi’ (L. Diego C., 1968), a cuyo nombre, presumiblemente de origen bereber, no se le puede negar ciertamente un cierto parecido con ‘dise’, pudiéndose explicar la diferenciación existente entre estos dos términos, ‘dise’ y ‘tilinsi’ (si es que hay en efecto conexión entre ellos), por cambios evolutivos a partir de un presunto original que podría haber sido ‘dise’, ‘linse’, ‘tisi’ o algo parecido, en cuyo caso la eliminación de la sílaba inicial /ti/ de ‘tilinsi’ podría achacarse a que se tratara de una partícula separable, un determinante por ejemplo, o la central ‘lin’, en el supuesto de que este fuera el caso, por simple efecto evolutivo, al que habría que adscribir asimismo las leves diferencias fonéticas que separan a ambos derivados.
En cuanto al resto de los lugares de la isla que llevan este nombre, al menos en los que he recorrido si bien no con el debido detenimiento en la mayoría de los casos, la verdad es que no he podido encontrar nada que pueda hacer pensar en un receptáculo de la índole de los descritos o de otra clase cualquiera. De lo expuesto hasta aquí cabe concluir, pues, que si bien no existen argumentos suficientemente sólidos como para afirmar rotundamente que la voz ‘dise’ signifique pileta, poceta o pequeño depósito en general para agua, hay que admitir cuando menos una cierta posibilidad de que sea así.
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Luego de impreso el presente trabajo han llegado a mi conocimiento un par de datos más sobre la voz ‘dise’ que por su interés como consolidantes del significado ya presentido de pileta, poceta o pequeño depósito para agua, considero de interés su publicación.
El más importante de los dos es, sin duda alguna, el de un nuevo topónimo localizado en el municipio de Tinajo, el Barranco del Disadero, que tiene todos los visos de corresponder a una especie de plural colectivo de ‘dise’ equiparable a riscadero y otros nombres similares. Pero lo más revelador de este topónimo no es el nombre de por sí, sino el hecho de que el álveo del barranco, de naturaleza rocosa impermeable, está constituido por una serie casi ininterrumpida de grandes pocetas que se llenan de agua cuando el barranco corre, pocetas que según me han contado varios pastores veteranos de la comarca, eran utilizadas hasta no hace muchos años, recubriéndolas, una vez llenas, con techos de lajas o de ramajes, para abrevar el ganado durante meses.
El otro dato, de bastante interés también a efectos de clarificar el significado de la palabra en estudio, es la localización de un aljibito pequeño, de no más de un metro cúbico de capacidad, con todas las trazas, por la rusticidad de su construcción, de ser muy antiguo, incluso posiblemente de época aborigen, pues hasta el material de que están revestidas sus paredes no parece a primera vista identificable con el cemento o la cal.
Para mayor aliciente, este curioso depósito se halla ubicado en el lugar conocido por el Islote del Dise de la Pared, del mismo municipio de Tinajo.
(Para más información sobre esta voz véase la entrada El Dise en mi diccionario TOPÓNIMOS COMENTADOS DE LANZAROTE, que está en este mismo blog).
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ARAMASO. Otro topónimo lanzaroteño, aparentemente aborigen, tampoco registrado que yo sepa en los léxicos guanches publicados hasta ahora, al menos en los diccionarios más extensos, es el de Los Aramasos, como todo el mundo dice por allí, situado en la costa, en el extremo sur de la isla, unos 3 Km por encima de Montaña Roja. En los mapas oficiales figura escrito, sin duda por error, Los Anamasos, y lo sitúan además 1 km más al sur de su lugar de ubicación real, que es, exactamente, a continuación y hacia abajo de La Punta del convento, alcanzando su área de extensión a más de 200 m a lo largo de la línea costera.
Lo primero que llama la atención cuando se llega a este lugar es sin duda alguna la serie de grandes y profundos charcos, verdaderos acuarios naturales, que se extienden a lo largo precisamente de la franja litoral coincidente con el topónimo de Los Aramasos. Esta coincidencia espacial entre tan llamativos charcos y el ámbito territorial del topónimo, en plural a mayor abundamiento, induce a pensar enseguida en una verosímil relación entre ambos.
De ser cierto que ‘aramaso’ encierra el significado de charco en determinada condición, podría aducirse como probable razón que explique la fijación y transmisión del nombre hasta nuestros días la gran importancia que debió alcanzar entre los primitivos naturales el sistema de pesca del envarbascado, o ‘embroscado’ como aquí se dice, consistente en inficionar las aguas remansadas con leche o látex de la higuerilla o tabaiba salvaje (Euphorbia obtusifolia), sistema de pesca que probablemente practicaron con una cierta asiduidad a falta de otros métodos más eficaces por serles desconocidos, y al que tan idóneamente se prestaban estos grandes charcos, máxime teniendo en cuenta que tenían la higuerilla a mano en abundancia en la llanura limítrofe y sabiéndose además como se sabe hoy que en las cercanías hubo un poblado aborigen bastante importante, el de Las Casillas, descubierto en abril de 1984 por el que esto escribe.
FENAUSO. También este nombre, de uso popular, de un valle sureño de nuestra isla, parece mostrar en su especial fisonomía los inequívocos rasgos de su indigenismo.
En la cartografía oficial, por alguna razón que ignoro, pero que intuyo defecto de transcripción, lo han dejado truncado en Fena, siendo recogido luego por simple copia en esta forma incompleta en tratados de geografía y otras obras literarias modernas.
Está situado este amplio valle detrás mismo de Yaiza, pueblo que se extiende a su entrada, teniendo al fondo el pequeño caserío de La Degollada.
Es de destacar, en un intento de buscar analogías, la vecindad del otro gran valle de esta zona, el de Femés, contiguo y paralelo al que nos ocupa y de parecida constitución geológica, ambos, curiosamente, con la misma sílaba inicial en sus nombres. ¿Significaba acaso esta sílaba primera, ‘fe’, valle, condición geográfica común a los dos lugares? Puede admitirse de momento como simple suposición, pero nada más. Wölfel se limita a decir en su Monumenta linguae canariae, comentando la voz ‘femés’, que no se encuentra para ella ningún paralelo, debe entenderse que bereber, aunque no lo diga expresamente, por ser esta lengua la que él toma como base para sus estudios comparativos de las palabras aborígenes guanches en la generalidad de los casos.
GUANTEVÉN. Tampoco parece posible dudar del continente guanchinesco de este nombre, el cual se encuentra en el topónimo de la zona norte de la isla La Peña Guantevén, gran conglomerado basáltico de planta semirrotunda que se alza frente a la ermita de Las Nieves, al final o parte más elevada del Lomo de Enmedio, por encima del pueblo de Los Valles.
Resulta cuando menos divertida la versión que se da en los mapas de tan interesante nombre aborigen, pues lo someten a una metamorfosis tal que queda convertido nada menos que en Juan Estévez.
GUANTESIVE. Es otro nombre de claro abolengo guanche que forma parte del topónimo Lomo Guantesive, pequeña montaña que se yergue a la entrada del pueblo de Los Valles. Dista sólo un par de kilómetros del anterior y son perfectamente visibles el uno desde el otro.
Entrambos nombres componen un sugerente binomio de evidente afinidad estructural, mucho más estrecha, como puede apreciarse, que la del par Fenauso-Femés anteriomente comentado. Cuál pudo haber sido la interrelación semántica que los vinculara, según parece desprenderse de esa similitud formal, es un arcano que probablemente jamás podrá ser desentrañado, al igual que ocurre con la mayoría de los topónimos isleños tenidos por guanchismos. Debe tratarse del Guantecira que da Wölfel tomándolo de diferentes fuentes, desfigurado, según presumo, a consecuencia de un error de escritura que los otros autores que lo copiaron no tuvieron medio de advertir. En los mapas se ve escrito Guantesivi y Guatesivi, otras muestras más de las frecuentes alteraciones a que están sujetos estos nombres de naturaleza exótica, sin significado conocido, en las transcripciones de que son objeto.
Podría hacer mucho más extensa la relación de topónimos de esta isla, supuestamente aborígenes, no conocidos, al menos que yo sepa, por los investigadores en lingüística guanche, pero debido a las limitaciones establecidas para estas colaboraciones, dejaré su comentario para otra oportunidad.
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