sábado, 9 de abril de 2011

EL TERRITORIO DE RUBICÓN Y SUS TOPÓNIMOS

 

[Ponencia que presenté en las ‘III Jornadas Rubicenses’ celebradas en Yaiza (Lanzarote) en julio de 2002]
Rubicón, y no El Rubicón con artículo como han dado en decir y en escribir algunos ahora indebidamente, es cómo se ha denominado siempre en tiempos pasados, desde el momento mismo de aplicársele el nombre hasta por lo menos el siglo XIX,
tanto a nivel popular como en libros, mapas y otros documentos escritos, toda la amplia planicie que ocupa la mayor parte de la gran península que forma la isla en su extremo S. Abarca este topónimo el territorio comprendido dentro de los siguientes límites: por el N una línea que partiendo de la costa O a un par de quilómetros al S de Janubio pasa al S de los pueblos de Las Breñas y Maciot; por el E la cadena montañosa de Los Ajaches en su base o parte baja y la zona de Papagayo, y por el S y O la línea de costa que une estos límites terrestres, espacio que encierra una superficie de no menos de 30 Km2.
Su suelo está constituido en su mayor parte por productos surgidos de dos centros de emisión de época cuaternaria, el de Montaña Roja, cuyo cono de cínder se alza en el ángulo de poniente del territorio, y el de la Atalaya de Femés, situado fuera del ámbito territorial que abarca el topónimo Rubicón, sobrepuesto al viejo macizo miocénico de esta parte S de la isla. A esto hay que añadir una porción de terreno de unos cuatro a cinco quilómetros cuadrados de extensión que se extiende por encima de las playas de Papagayo, ocupando por tanto el ángulo SE del territorio en estudio.
En esta última parcela de terreno más antigua, cuya formación está ligada a la del bloque primigenio de la isla o macizo de Los Ajaches, con una edad que puede remontarse a un par de decenas de millones de años como máximo, y al ser parte de una rasa marina que por ella aflora, se encuentran algunas especies de moluscos fósiles ya extintos en aguas de Canarias. Le sigue en orden de antigüedad la extensa llanada formada por los materiales expulsados por el volcán de Montaña Roja, muy degradados por efecto del largo proceso de meteorización sufrido, ya que pertenecen a la serie basáltica II, subserie A de los volcanólogos, que es la más antigua del Cuaternario, por lo cual dichos materiales han quedado reducidos en superficie a simples fragmentos pétreos entremezclados con tierra de origen residual. La última parte constitutiva del territorio de Rubicón corresponde a las potentes coladas emitidas por el volcán de La Atalaya de Femés, muy posteriores en el tiempo a las de Montaña Roja. Estas coladas, fluyendo pendiente abajo en dirección SO, cubrieron parcialmente las de este último volcán, siendo perfectamente distinguibles a simple vista las unas de las otras, no solamente por la clara diferencia de altura que existe en la línea de unión entre ambas a favor de las últimas, sino por la coloración más oscura y distinta contextura, mucho más pedregosa que éstas presentan.
La línea de separación entre las dos coladas corre diagonalmente a lo ancho de la llanura desde un punto de la costa occidental situado un par de quilómetros por debajo de Janubio hasta el lugar de Berrugo en el S.
Este nombre Rubicón fue el que se aplicó originariamente al enclave costero en que la expedición francesa de conquista sentó sus reales a su llegada a la isla en 1402. Así figura escrito, siempre sin artículo antepuesto, en Le Canarien o crónica que narra los hechos de la empresa franco-española de ocupación de la isla en su versión más pura en cuanto a la grafía de los topónimos respecta llamada G o de Margry, y así se siguió escribiendo, sin artículo antepuesto, en cualquier circunstancia en que se empleara, ya figurara el topónimo solo o acompañado de otro nombre, como ocurría con los compuestos el Castillo de Rubicón, la Iglesia de Rubicón, San Marcial de Rubicón, etc. El caso de la otra versión de Le Canarien, la Bergeron o B, en que en ocasiones, las menos, se escribe "du Rubicon" (del Rubicón), debe entenderse como una prueba más de la defectuosidad con que este códice escribe los nombres de los lugares de la isla y de los personajes nativos.
Respecto al origen de este topónimo se han barajado diversas hipótesis que intentan explicarlo, sin que se haya logrado saber con certeza cuál pueda ser su procedencia. Los más piensan que debe hacer alusión al color rubicundo o rojizo del terreno en que se instaló el campamento europeo de conquista y zona circundante, pero no faltan quienes pretenden relacionarlo con el famoso río de la gesta cesariana en su sentido metafórico de haber vencido la dificultad primera de alcanzar la isla cruzando el Atlántico. Mas de haber sido esta última opción la respuesta se echa en falta en ella el artículo que este nombre geográfico llevaba y del que el Rubicón lanzaroteño carece.
Por la forma en que se expone el nombre Rubicón en la primera cita que de él hace Le Canarien, tanto en su versión Margry como en la Bergerón, cabría deducir que el mismo se aplicó en principio al castillo y no al lugar en que fue construido, pues al hablar de él por primera vez se dice textualmente que los expedicionarios "commencerent un chastel que s'apelle Rubicom", es decir, 'comenzaron un castillo que se llama Rubicón'. No obstante, después de esta primera cita se emplea ya el nombre en dicha obra en forma más extensiva territorialmente hablando, bien sea como lugar o como puerto. Pero en todo caso, por lo que se dice en Le Canarien, se tiene siempre la impresión de que su aplicación, en estos primeros tiempos correspondientes a las operaciones de conquista de la isla, se circunscribía exclusivamente al paraje o zona en que los europeos se habían establecido y no al territorio mucho más amplio que luego habría de abarcar.
La cita más antigua llegada a mi conocimiento del nombre Rubicón aplicado a la extensa planicie objeto de estudio en el presente trabajo, o al menos a gran parte de ella, se remonta al año 1532. Se encuentra en una referencia a un documento en el que se dice que el entonces señor feudal de la isla, Sancho de Herrera, hizo merced a su sobrino Juan de Saavedra de "un pozo en Rubicón, que se dice Montaña Roxa". De este texto, pese a su extremo laconismo, se infiere de forma indubitada que el topónimo Rubicón había desbordado ya con creces los estrechos límites a que parece haberse contraído en principio, puesto que Montaña Roja se encuentra a más de 7 Km de distancia de San Marcial de Rubicón, nombre con el que se ha conocido luego hasta nuestros días el lugar que constituyó la sede del campamento betancuriano, pues la noticia en que se menciona este lugar de Rubicón contenida en la Pesquisa de Cabitos, llevada a cabo en 1477, con retrospección al año de 1455 en que Adrián de Benavente, en calidad de apoderado de los señores de la isla Inés Peraza y Diego García de Herrera, tomó posesión del castillo de Rubicón en nombre de éstos, no aclara si el topónimo se circunscribía entonces al lugar de emplazamiento de la torre y sus aledaños o si ya se había expandido territorialmente. Si no es, claro está, que ya tuvo esa mayor amplitud superficial desde el principio, cosa que, como ya dije antes, no se sabe.
Ya del siglo XVI y de los siguientes hasta llegar al XIX se conocen bastantes textos y mapas en que se sigue identificando al topónimo Rubicón, siempre sin artículo, con esta amplia comarca S de la isla. Es sólo en las últimas décadas del siglo recién finiquitado, coincidiendo paradojicamente con la irrupción a gran escala de la letra impresa como factor de divulgación cultural, cuando ha cundido el error o anomalía de anteponer al nombre Rubicón el artículo como complemento onomástico, al igual que ha ocurrido, por cierto, con otros topónimos de la zona sur de la isla también muy conocidos, como Berrugo y Janubio, que tampoco lo han llevado nunca.
La fuente más importante, por no decir casi exclusiva, de que se nutre la toponimia es la popular. Es la gente del pueblo llano la verdadera depositaria del acervo toponímico de la comarca en que vive, topónimos que una vez creados, se transmiten en su mayoría de generación en generación. La cartografía oficial lanzaroteña ha tenido que recurrir en sus ediciones modernas, como no podía ser de otro modo, a esa fuente de información popular para suplir el grave déficit toponímico que padecía, en particular la que salió a la luz entre los años 1948 y 1954, edición que marcó una notable inflexión cuantitativa en el corpus toponímico registrado en los mapas de la isla.
Desgraciadamente la plasmación en los mapas de los topónimos entonces añadidos adoleció de múltiples deficiencias, tanto de escritura como de ubicación, aparte de que se dejaron de recoger topónimos tan importantes, o en algunos casos más, que muchos de los ya registrados.
Ya en la última edición del mapa militar de los años 1984 al 1987 se efectuaron por el que esto escribe a petición de sus autores algunas rectificaciones, muy pocas, por cierto, dado el corto plazo de tiempo disponible por hallarse el proyecto de edición del mapa en avanzado estado de ejecución.
En cuanto a las explicaciones que doy en el aspecto onomástico sobre los topónimos que aquí describo u observaciones que sobre los mismos hago debe advertirse que las mismas tienen como base más importante los informes y datos que he podido recabar directamente de las personas que vivían en sus inmediaciones, ocupando un segundo puesto las obras o documentos escritos consultados, en cuyo caso procuro citar la fuente de que provienen.
Hechas las pertinentes aclaraciones que anteceden paso a comentar los topónimos de la zona en estudio. Para la descripción de los mismos seguiré el siguiente orden: en primer lugar, y siguiendo el giro de las agujas del reloj, irán los que se encuentran a lo largo de la línea costera comenzando por tanto por el extremo E; a continuación los de la línea de delimitación terrestre señalada, y finalmente los situados en el interior del territorio cerrado por esos límites.
Los topónimos litorales son los siguientes.

La Punta de Papagayo. Es el gran saliente que ocupa el extremo meridional de la isla. Más que de punta a secas puede ser calificado de promontorio, pues su altura sobre el mar rebasa los 20 m hasta su piso superior allanado. Está cortada casi a pico por el lado de poniente y por su parte frontal y cae en pronunciado declive por el lado opuesto o de naciente.
A lo largo de su línea de costa se forman los siguientes entrantes y salientes secundarios más destacados: por el lado de poniente, de N a S, después de La Playa de Papagayo –a la que se dedicará un comentario aparte en la entrada siguiente– se encuentran La Bonanza, ensenada bien resguardada de los vientos del primer cuadrante, de donde su nombre; La Puntilla del Diablo, que cierra a La Bonanza por su lado de sotavento y El Rincón del Guelde, especie de pequeña cala de altas y precipitosas paredes situada entre La Puntilla del Diablo y el extremo más saliente o final de La Punta de Papagayo. Y por el costado de naciente, La Playa de Puerto Muelas de Abajo.
No se sabe con certeza de qué le pueda venir el nombre a esta punta que marca el extremo S de la isla, pero parece probable que sea de un barco así llamado, que hacia finales del siglo XV y comienzos del XVI realizaba viajes a las Canarias haciendo escala en Lanzarote, dándose por añadidura la significativa circunstancia de que tenía como punto de partida en La Península al Puerto de las Muelas, en el Guadalquivir. Las notables coincidencias de nombres entre el navío 'El Papagayo' y el puerto de salida de un lado con los dos topónimos lanzaroteños, la punta en estudio y las playas de Puerto Muelas a ella adyacentes del otro, parecen pruebas evidentes de una estrecha relación nominal entre ellos. De ser así, el nombre primitivo debió ser La Punta del Papagayo, con el artículo contracto, como en efecto suele verse a veces en documentos antiguos.
Por extensión o contigüidad recibe el nombre de Papagayo el territorio que a partir de la punta sigue tierra adentro un par de quilómetros más o menos limitado a ambos lados por la línea de costa, terrenos que pertenecen, como la propia punta, a la serie basáltica I o miocénica, la más antigua de Lanzarote.

La Playa de Papagayo. Es sin duda alguna la playa más pintoresca de Lanzarote por su especial forma en abanico, ancha interiormente y estrecha en la boca. Su arena es de color amarillo, aunque no tan limpia como la de las otras playas próximas, seguramente por estar mezclada con gravilla desprendida de las altas y pendientes paredes de roca arenisca rojiza que la rodean, de tal manera que la playa, con una línea de arena de unos 100 m de largo, ocupa el fondo de una concavidad en forma de anfiteatro.
En tiempos pasados fue reputada esta pintoresca y recoleta playa como buen puerto para embarcaciones menores, por lo que ha sido conocida y continúa siéndolo todavía por la gente vieja de los alrededores más con el nombre de El Puerto de Papagayo que con el de playa que aquí le doy.
A su vera, en lo alto del promontorio que cierra a esta pequeña cala por el N, se asentaba el ínfimo caserío conocido por las Casas de Papagayo, ya en ruinas o demolidas las más de ellas, en las que vivían hasta principios del siglo pasado varias familias de pescadores.

La Playa de las Eritas. Unos 150 m más al N de la anterior se encuentra esta otra playa, un poco más pequeña, de arenas rubias, encajonada entre abruptas paredes rocosas que se levantan a uno y otro lado, pero enlazada a marea baja por medio de arena que queda al descubierto al pie de El Risco de la Ajogadera, que es el que sigue, con la siguiente de Los Pozos.
Cúales pudieron haber sido las pequeñas eras que le dieron nombre no se sabe, sólo que el mismo es muy antiguo.

La Playa de los Pozos. Es sin duda la de mayor raigambre histórica de toda la isla, ya que fue en sus aledaños donde se levantaron los edificios que constituyeron el campamento de los franceses que desembarcaron en la isla en 1402, consecutivamente revestido del título de ciudad y de obispado de Canarias. Fue sobre una pequeña loma que se alza por encima del centro de la playa a escasos metros de la orilla, a la derecha de un barranco poco profundo que por allí baja, donde se exhumaron en los años sesenta del siglo pasado los cimientos del castillo construido por orden de Jean de Bethencourt, y al otro lado del mismo se sabe que estuvo la iglesia que llegó a ostentar el grado de catedral.
En el álveo del barranco, entre ambos edificios, se abrieron los pozos, aún existentes, que le dan nombre, que es así en plural, y no del Pozo en singular como suele verse en mapas y escritos modernos.
Sobre estos pozos, que siempre se habían tenido como construidos por los franceses, se ha suscitado ultimamente la cuestión de una cronología de los mismos mucho más antigua, de tiempos tan alejados de la llegada a la isla de los normando-gascones como los primeros siglos de la era, pensándose que puedan ser obra de bereberes romanizados.
Es una playa bastante larga, de unos 400 m, de arena rubia como las demás de la zona. En su centro, justo por debajo de la loma en que se levantaba el castillo, se introduce en el mar, cubierta de arena en su primer tramo, una curiosa lengua rocosa afilada que la gente llama la Laja de la Playa.
Procede finalmente decir que a esta playa se le agrega cuando se considera procedente para mayor precisión el complemento nominal 'de San Marcial'.

El Risco del Cobre. Es el que separa a La Playa de los Pozos de la siguiente, llamada Playa Mujeres. Alcanza unos 300 m de longitud y una altura que oscila entre los 15 y los 20 m. A lo largo del mismo se forman algunos rinconcillos con arena que constituyen diminutas playitas que invitan a una placentera intimidad.
El nombre lo recibe, según parece, del color cobrizo que presentan algunos de sus paneles rocosos.

Playa Mujeres. Es la de mayores dimensiones y la más espectacular de cuantas playas se encuentran en el litoral S de la isla, algo más larga que la de Los Pozos y mucho más ancha y despejada, dotada de una extensa lámina de doradas arenas. Se extiende entre El Risco del Cobre que se acaba de describir y Risco Negro, que sigue hacia el O de ella, ocupando el final de una amplia vaguada flanqueada a uno y otro lado por alturas alomadas de no mucho relieve que viene de tierra adentro conocida por Cañada Playa.
Se ignora el origen del nombre.

Risco Negro. Es grande y algo saliente, de unos 25 m de altura hasta la plataforma superior. A continuación de él, hacia poniente, sigue La Playa de Ásife.

La Playa de Ásife. Ocupa esta playa el fondo de una amplia ensenada de más de 700 m de amplitud en la bocana que se forma entre Risco Negro al E y La Punta del Espejo al O. Su arena no es rubia como la de las playas hasta ahora descritas llamadas colectivamente de Papagayo, sino oscura, de origen aluvial, con guijarros de tamaño menudo en su mayoría.
Por esta playa pasa el cable que trasvasa la energía eléctrica entre Lanzarote y Fuerteventura. En los últimos años está siendo seriamente alterada por construcciones turísticas.
El nombre de Afe que le da el vulgo en la actualidad es una reducción por síncopa de un anterior Ásife, pues en esta última forma, a veces escrito con -z-, lo he visto en cuatro documentos manuscritos de los siglos XVIII y XIX. El más antiguo de ellos es una comunicación que las autoridades de Lanzarote cursaron a la Real Audiencia de Canarias en 1730 dándole cuenta del estado en que se hallaba la isla a consecuencia de las erupciones volcánicas que entonces la devastaban. En dicho escrito el nombre se escribe claramente en la forma Asife. El segundo data de los comienzos de la década de los cuarenta de ese mismo siglo XVIII, y figura en la obra del ingeniero militar A. Riviere La descripción de las Islas Canarias grafiado tres veces en la curiosa forma terminada en doble -e- Asifee. El tercero de estos documentos data de unos años más tarde, de la segunda mitad de esa centuria decimoctava, y en él se escribe el nombre varias veces Asife. Y el último de los textos en que se registra el nombre es una noticia aparecida en el periódico de Santa Cruz de Tenerife El Eco del Comercio, en 1868, que se recoge en la edición de Le Canarien de 1965 comentada por los profesores E. Serra Ràfols y A. Cioranescu, donde figura escrito Aeifé, con toda seguridad una errata por Asife, Azife o quizás Acife.
En cuanto a su carácter esdrújulo concierne no debe haber duda alguna habida cuenta del acento tónico que aún conserva sobre la -A- inicial de la forma abreviada Afe en que se ha transformado por corrupción.
Esta voz no la recogen los léxicos más extensos de la lengua aborigen publicados hasta ahora en esta forma trisílaba Ásife. En cuanto al término afe, aunque no referido precisamente a este topónimo, se le asigna por algunos especialistas en lenguas bereberes el significado de 'pico' en su sentido orográfico, lo que evidentemente no encaja en absoluto con la conformación topográfica de este lugar.
Otro nombre por el que también es conocida esta playa es el de la Cruz por uno de estos símbolos que estuvo colocado en Risco Negro en memoria de alguien que se ahogó en sus aguas hace tiempo. De la antigüedad de este luctuoso suceso nos da cuenta el investigador tinerfeño J. Bethencourt Alfonso en su libro Costumbres populares canarias de nacimiento, matrimonio y muerte con el siguiente relato que debió recoger en los últimos decenios del siglo XIX:
"En la Playa de la Cruz, cerca del Castillo de las Coloradas, se ve por las noches un hacho encendido, que el público atribuye a que está penando el alma de un marinero que se apoderó de los brazos de una cruz que había en aquel lugar para que le sirviera de combustible".
También se le ha llamado a esta playa en obras y mapas antiguos 'de las Coloradas', si bien atribuyendo a veces al nombre la categoría de playa y otras la de puerto. Como playa se consigna desde 1744, bien situado el nombre en su lugar correcto, en el mapa levantado por el equipo de ingenieros dirigido por el de más alto rango A. Riviere. Sin embargo, en el Compendio Brebe, de 1776, se dice: "De Las Breñas, así al S, en distancia de una legua, queda el Puerto de las Coloradas". Unos años más tarde, en 1793, el ingeniero Lartigue de Condé pone en una leyenda que acompaña a un mapa trazado por él: "Croquis de la torre de San Marcial en el Puerto de las Coloradas". La categoría de playa le dan en el siglo siguiente F. Coello en su mapa, P. Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico y Chil y Naranjo también en su mapa, así como Álvarez Rijo y Verneau, éstos dos últimos en el texto de sus respectivas obras, si bien sin demasiada precisión en cuanto a la situación del topónimo se refiere.
Pero este nombre de Las Coloradas dado a la playa que nos ocupa por mapas y textos antiguos de forma tan persistente y prolongada en el tiempo no deja de resultar un tanto discutible, pues, de un lado, nadie a nivel popular, ni los más viejos de las localidades circunvecinas, se lo aplica en la actualidad ni se lo ha oído nunca a ninguno de sus antepasados, y de otro, ¿cómo explicar que haya podido pervivir en la memoria de la gente este otro de Ásife>Afe, indudablemente más antiguo dada su naturaleza aborigen, de haber sido suplantado durante tan largo tiempo por el de Las Coloradas?
Hay que decir, empero, que existe ese nombre de Las Coloradas usado por las gentes de la comarca, pero no dado a la playa sino en concreto al tramo de costa que va desde el extremo más saliente de La Punta del Águila, por su lado de naciente, hasta La Punta del Pasito, situada unos 200 m más allá por ese mismo lado, cuyo paraje dista más de medio quilómetro de la playa en cuestión. Pero ocurre que este tramo de costa llamado Las Coloradas por la gente de las localidades vecinas por su color rojizo subido, es alto y escarpado, practicamente inaccesible desde tierra, por lo que su utilidad como puerto queda totalmente descartada y la de playa reducida a su mínima expresión porque apenas hay arena allí.

La Punta del Espejo. Es el saliente o avanzada costera que cierra por la derecha, como se dijo, a la ensenada en que se encuentra La Playa de Ásife. Es alta y arriscada, de unos 15 m de altura poco más o menos.
Recibe este nombre por tener una especie de mancha redondeada en la parte frontal, visible desde el mar, que los marineros comparan con un espejo.

La Punta del Águila. Es larga de unos 200 m y puntiaguda, muy destacada en esta línea de costa por su tamaño. Por el costado E es muy escarpada y por el del O tenía un escalonamiento aterrazado en el que se formaba un profundo charco llamado de La Bala por haberse extraído de su fondo hace años un antiguo proyectil de cañón. El color de este saliente costero es rojizo oscuro por su lado de naciente, como ha quedado dicho, y lo era también por el de poniente, en la actualidad cubierto con edificaciones turísticas.
Por ese lado O de La Punta del Águila se formaba en su arranque La Caleta del Becerro, dotada de 'callaos' o cantos rodados, que quedaba cerrada por el lado derecho con la punta de igual nombre. Al igual que El Charco de la Bala también esta Caleta del Becerro ha desaparecido sepultada bajo las toneladas de cemento empleadas en la construcción del complejo hotelero VOLCÁN, y otro tanto ha ocurrido con La Punta del Becerro, sobre la cual se fundó el inicio del cierre izquierdo o muelle de ese lado del puerto deportivo MARINA RUBICÓN.
No se conoce el origen de este nombre de La Punta del Águila, pero se sabe que es muy antiguo, anterior cuando menos a la construcción del castillo que se levanta en su plataforma superior.
Esta pequeña fortaleza se construyó en los primeros años de la década de los cuarenta del siglo XVIII bajo la dirección técnica del ingeniero militar Claudio de Lisle, siendo a la sazón comandante general de Canarias Andrés Bonito Pignatelli. Se reduce esta torre a un sencillo edificio troncocónico de gruesas y sólidas paredes de cantería, con un diámetro en la base de unos 15 m y una altura de 9. Interiormente se hallaba dividida en su primitiva distribución en dos compartimentos principales superpuestos, separados entre sí mediante un piso entablado sostenido por un pilar central. A la puerta de entrada, abierta a mitad de altura de la pared por el lado que mira hacia tierra, se accedía por un pequeño puente levadizo que se tendía hasta caer sobre lo alto de un apoyo de obra de fábrica escalonado que llegaba al mismo nivel de la puerta.
En 1749 fue quemado su interior por una banda de argelinos llegados a aquellas costas en dos jabeques, siendo reparada y mejorada en algunos aspectos en 1769, esta vez por el arquitecto Alejandro de los Ángeles. Con ocasión de esta reparación se le puso sobre el portalón de entrada la siguiente inscripción: "MANDANDO ESTAS ISLAS EL EXMO. SR. D. MIGUEL LOPEZ FERNANDEZ DE HEREDIA, MARISCAL DE CAMPO, SE REEDIFICO ESTA TORRE DE SAN MARCIAL, PUERTO DE LAS COLORADAS, PUNTA DEL AGUILA. AÑO DE 1769".
Lo de "torre de San Marcial", título que no le corresponde, se debe a un error que circuló por esos años al ser confundido su emplazamiento con el del castillo betancuriano.

Berrugo. Es un territorio de unos cientos de metros de extensión y poca elevación sobre el nivel del mar, a cuya vera se encuentra, situado entre La Punta del Águila y Playa Blanca, un poco más próximo al primero de estos dos lugares.
La cita más antigua de este nombre llegada a mi conocimiento se remonta a 1532. Se encuentra en el mismo documento transcrito parcialmente en la entrada dedicada a Rubicón. En ese documento, al describir los límites del término de Montaña Roja, se menciona "el camino real que va a Berrugo". Otras citas de este nombre, por orden cronológico, son las siguientes: en 1744, en el mapa ya mencionado levantado por el equipo del ingeniero A. Riviere, en el que figura escrito "Playa de Berugo", error de escritura que este documento repite poco después en 'Arieta' escribiendo también este nombre con una sola -r-. En otro mapa de la isla, levantado unos años más tarde, probablemente por Alejandro de los Ángeles, también ingeniero militar, figura en la forma "Pa de Berrugo". El DICCIONARIO de Madoz lo describe como "Punta de la prov. de Canarias en la isla de Lanzarote, part. jud. de Teguise: Sit. al S. de la isla al O. del puerto o playa de las Coloradas, entre la playa y torre del Aguila y la punta de Pechiguera". También Coello en su mapa, de mediados del siglo XIX, lo titula "Punta de Berrugo". Y unos años más tarde, en 1860, P. de Olive dice en su diccionario que "el lugar de Berrugo" tiene cinco casas habitadas permanentemente por catorce personas y otras tres más que sólo lo estaban por temporadas.
Como se ve, este nombre de Berrugo, escrito siempre sin artículo antepuesto tal como lo dice la gente llana del pueblo en la actualidad, es de creación muy antigua, y no se sabe cuál pueda haber sido su origen. ¿Un apellido? Es posible. En un viejo documento del siglo XVI se habla de un moro así llamado que vino a Lanzarote en 1520 luego de presentarse a los cristianos en la Torre de Mar Pequeña. Lo que sí está suficientemente claro es que este topónimo nunca ha llevado artículo.
En lo que a su condición geográfica respecta yerran los autores antiguos al calificarlo de 'punta', porque nunca ha existido allí un accidente geográfico merecedor en rigor de ese nombre. El único saliente costero de alguna importancia por sus dimensiones que en él se formaba, de una cincuentena de metros de anchura en el arranque y otros tantos de avance mar adentro, era tan raso o de poca altura sobre las aguas que quedaba completamente anegado a diario con el flujo de las mareas, razón por la cual aquella porción de costa algo protuberante era conocida por la gente con el nombre de El Bajo de Berrugo, denominación esta que le era mucho más apropiada, pues 'bajo', en el argot marinero de nuestra isla, es el tramo de costa intermareal ancho, de suelo rocoso desnudo y de poco declive por ende. En la actualidad toda la antigua fisonomía natural de este lugar ha desaparecido bajo la remoción de todas sus tierras para la construcción del conflictivo puerto deportivo Marina Rubicón.
Entre los años 1921 y 1922 hizo construir en este lugar D. Ginés Díaz Suárez, vecino de Arrecife, con otros socios, unas salinas que llegaron a ocupar entre cocederos, tajos y otras dependencias una superficie de algo más de 5 Ha. Antes de su construcción sólo había en este paraje de Berrugo unas pocas chocitas semiderruidas –sin duda las mismas que menciona Olive–, un par de almacenes cuya función, según tradición, fue la de depositar en ellos las populares 'piedras' de barrilla que antaño se hacían con esta hierba y que luego se embarcaban por estas mismas orillas, y una casita destinada al guarda de las instalaciones salineras.
El solar concreto donde se hicieron las salinas, consistente en una ligera depresión del terreno con fondo de tierra arcillosa, sirvió con anterioridad de 'gavia' o 'bebedero', nombre que se da en la isla a un campo de cultivo en que se deja empozar el agua de lluvia escorrentía para que se empape bien la tierra, el cual se acostumbraba plantar de cebada o trigo.
Los dos almacenes, luego de reacondicionados, se siguieron utilizando para guardar en ellos la sal allí recogida hasta el cese definitivo de explotación de las salinas, hecho que se produjo hacia mediados de la década de los setenta.

Playa Blanca. El nombre de este lugar es antiguo de siglos. Ya se cita con esta denominación en un informe sobre la isla extendido por el ingeniero militar Alejandro de los Ángeles hacia 1767. El mismo debió nacer del acusado contraste que sus claras arenas producía con las de las playas próximas a uno y otro lado de ella, la de Ásife por el naciente y las de La Campana y de Bajo Montaña por el poniente, de gravilla de color gris oscuro las dos primeras y de arena rojiza la última. Las otras, las llamadas genericamente de Papagayo por encontrarse dentro del territorio de este nombre, están mucho más distantes.
El pueblo de Playa Blanca, que ha tomado el nombre de ella por desplazamiento metonímico, hoy convertido en un floreciente emporio turístico, inició su gestación demográfica en los comienzos del siglo pasado con pescadores de las aldeíllas de Papagayo y Berrugo, a los que se fueron agregando sucesivamente otros de Corralejo y Tostón en Fuerteventura y algunas familias más de los pueblos vecinos de Femés y Las Breñas. Luego de un aumento poblacional lento pero continuado, favorecido por el embarque por sus aguas de la sal de Janubio y el aumento sustancial que le supuso la creación de las primeras plazas hoteleras, tuvo como causa motor definitiva de su despegue demográfico la construcción del puerto en sus proximidades, el cual, además de su primaria función pesquera se erigió enseguida como puente de las comunicaciones turísticas con la isla hermana de Fuerteventura. En la actualidad, el topónimo, que en principio se contraía a la playa propiamente dicha, no muy grande por cierto, se ha expandido espacialmente con la construcción de varios hoteles modernos y múltiples apartamentos hasta cubrir un área urbanizada de más de 3 Km2 de superficie.

Punta Limones. Gran saliente costero que se forma al O de Playa Blanca. Es nombre tan antiguo al menos como el de dicha playa, ya que figura en el mismo mapa en que la misma se cita, con la irregularidad sin embargo de no designarse con él una punta sino un lugar situado en el interior de un seno costero. Pero hay que tener en cuenta la extremada defectuosidad con que fue delineada en dicho mapa la costa. Su origen y significado es desconocido.
Al saliente de tierra que parece corresponder en ese mapa a la Punta Limones de nuestros días se le llama en el mismo La Gallarda o La Gallega. El primero de estos nombres no es conocido por las gentes de esta parte de la isla, pero sí el de La Gallega, que según me han explicado es una zona de unos centenares de metros de superficie que se extiende a continuación de la de Limones –que es el terreno que sigue hacia el interior de la punta de su nombre–, hacia el O de ella, a la que sigue a su vez, en la misma dirección de poniente, el tramo litoral que lleva por nombre Cachazo.
A lo largo de la orilla de este gran saliente rematado por Punta Limones, se cuentan los subtopónimos de El Costado de Limones por el lado E, que abarca desde el puerto hasta el final de la punta, y por el lado opuesto o de poniente los de Los Salideros, entre la punta y la playa artificial del complejo turístico Flamingo; La Cueva de la Carne, ocupada ahora por dicha playa artificial; La Punta de Lance Hondo, a continuación de la misma playita; el de Cachazo ya mencionado, y el de La Playa de la Campana, constituida por guijarros y arena rojiza entremezclados. Pero todos estos topónimos secundarios se encuentran en trance de inminente desaparición al haber sido drasticamente alterados por la arrolladora marea urbanística de hoteles y apartamentos que ha invadido esta zona, por lo que ya no cuentan practicamente en la consideración popular.

Bajo Montaña. Un par de quilómetros más allá de Punta Limones se extiende el tramo litoral de Bajo Montaña –y no Montaña Baja como erroneamente se escribe en planos modernos–, el cual comprende la línea de costa que, como su nombre indica, corre a lo largo del pie, o por debajo, de Montaña Roja en una longitud de alrededor de 1 Km. En ella se distinguen, de E a O, los subtopónimos siguientes: El Curro, una 'caletilla' de 'callaos' o cantos rodados; El Barquetito, un trecho de costa de roca desnuda y poco desnivel; La Playa de Bajo Montaña, de unos 100 m, de arenas coloradizas; El Risco de la Mulata, unos 300 m de costa arriscada de trazado algo convexo, y La Playa de la Mulata, de unos 200 m de longitud, cubierta en parte de 'callaos' y en parte de arena blancuzca, todos ellos asimismo muy afectados por la construcción de hoteles y avenidas marítimas.
La tal mulata que dio nombre a este paraje litoral debió ser muy popular, pues todavía se oyen de boca de los más viejos a pesar del largo tiempo transcurrido –en el reiterado mapa de 1767 figura ya el topónimo "Plaia dela Cueba de la mulata"–, vagas anécdotas en las que se cuenta que pese a la retirada vida que llevaba en tan apartado lugar de la isla, nunca dejaba de asistir a la misa de los domingos en Teguise, cueva, o por mejor decir covacha, conocida aún a nivel popular con ese nombre, que está situada al comienzo de la playa por su extremo de naciente.

La Punta de Pechiguera. Esta punta, que constituye el extremo SO de Lanzarote, con todo el territorio que sigue hacia el N, llamado por ella Pechiguera, hasta fundirse a la distancia de 1 Km o algo menos con el de Costa Roja, es bajo y pedregoso con gran cantidad de tierra arcillosa subyacente. También está siendo invadido este paraje de Pechiguera con grupos de apartamentos destinados al turismo.
Del origen y significado del nombre nada he podido averiguar. La mención más antigua del mismo que conozco se remonta a 1730 y se encuentra en un documento fechado el 29 de diciembre de ese año que las autoridades de Lanzarote enviaron a las superiores del archipiélago notificándoles el desastroso estado en que los volcanes tenían sumida a la isla.
Tanto en esta ocasión como en otras posteriores del mismo siglo, pero no en todas, se escribe en la forma La Pechiguera, es decir, con artículo antepuesto, lo que me hace pensar que el topónimo pueda provenir del nombre de alguna embarcación, sin ningún otro fundamento que pueda apoyar tal presunción.
A lo largo de la costa, a uno y otro lado de este territorio de Pechiguera rematado por la punta de su nombre, se encuentra la siguiente serie de topónimos secundarios: por el lado de sotavento, a casi medio quilómetro del faro, El Atracadero, lugar por el que hacía las operaciones de embarque y desembarque con el bote auxiliar el pailebot que servía los faros de Fuerteventura y Lanzarote partiendo de Las Palmas. A continuación de éste, Lajas Blancas, respaldado por un risquete de color claro a causa de su naturaleza caliza, del que recibe el nombre. Un poco más al S, Los Escanillos, una serie de rinconcillos en los que se mete el mar con el flujo y reflujo de las mareas. 'Escanillo' en Canarias es sinónimo de gaveta pequeña en un mueble. Y por el lado de barlovento los de El Charco de las Camellas, a unos 200 m del faro, escrito por error en los mapas oficiales 'de las Cancelas'. El Bajo de San Jacinto, a 400 m del anterior o 600 del faro, que aunque falto del artículo contraído con la preposición -de- presumo también, con las debidas reservas, ser nombre de una embarcación. Debido a su fondo aplacerado con algunos escollos emergentes, las olas rompen normalmente a cierta distancia de él mar adentro. Y finalmente, unos 300 m más al N aún, se encuentra El Veril de la Carabela.
La Punta de Pechiguera propiamente dicha, donde está el faro, se halla desbordada a más de 100 m de la orilla por un arrecife, o más bien restinga, que apenas vela en las bajamares vivas, por lo que de siempre ha supuesto un serio peligro para la navegación de cabotaje.
Desde esta punta, pero no con la de Fariones como ha sido norma seguida hasta ahora por los geógrafos, sino con Raso Berbería, un saliente que está un poco al E de Órzola, se mide el largo máximo de la isla, que es de 58 Km.
El faro antiguo construido en esta punta fue inaugurado el año 1866 y tenía por cometido fundamental señalizar en unión del de Martiño en la Isla de Lobos y el de Tostón en Fuerteventura, construido más tarde, el estrecho de La Bocaina. El combustible empleado en un principio para alimentar la lámpara fue el aceite de oliva, seguido pocos años más tarde por el petróleo, pero en 1923 se cambió la instalación luminosa por otra de gas acetileno disuelto en acetona sistema AGA de llama desnuda, y en 1968 quedó el faro automatizado colocándosele una válvula solar. La torre está adosada al edificio-vivienda del personal que lo atendía por la fachada que mira al mar, distante una cincuentena de metros de éste, quedando el plano focal a 16,5 m. sobre el nivel medio de las mareas.
En 1989 entró en funcionamiento una nueva instalación luminosa en una torre mucho más alta construida al efecto en sustitución de la primitiva estando a cargo de las mismas el que esto escribe. Se levantó unos 100 m más hacia el interior, quedando el foco luminoso a 55 m sobre el nivel del mar. Esta nueva luz está alimentada con energía eléctrica obtenida mediante paneles solares, con un alcance óptico mucho mayor que el anterior.

Los Bajos de Caleta Negra. Fuera ya del territorio de Pechiguera se encuentran en primer lugar estos 'bajos', así llamados por su contigüidad con la caleta de ese nombre. Son dos casi unidos, y se extienden a sotavento de ella por espacio de unos 300 m al menos.
Entre ambos se encuentra la pesquería llamada El Hoyo Azul, que goza de especial renombre entre los pescadores de caña por ser muy buena de 'viejas' (Sparisoma cretense), sólo accesible en bajamar y tiempo muy bonancible.

Caleta Negra. Se localiza a 2 Km del faro, inmediatamente antes de donde la costa comienza a tomar altura y hacerse más escarpada. La ‘caleta’ propiamente dicha, no muy grande, tiene los consabidos 'callaos' que normalmente caracterizan a estos accidentes topográficos, pero el topónimo se hace extensivo al 'caletón' que sigue inmediatamente al N de ella.
Por allí, la roca basáltica, ya normalmente bastante oscura de por sí, se torna casi negra, circunstancia que le ha valido el nombre al lugar.

La Juradita. Está unos 200 m al N de Caleta Negra. Hay en este lugar un gran peñasco al pie del cual se encuentra el agujero u horado –aquí pronunciado 'jurado'– que traspasa la roca de parte a parte, del cual recibe el nombre, en femenino diminutivo por tratarse de una pequeña roca la que está horadada.

Punta Ginés. Constituye este saliente costero el extremo occidental de Lanzarote. Curiosamente la gente, tanto pescadora como del interior, la llama la Punta del Roquito, siendo así que conocen el nombre de Ginés, pero aplicado al tramo de costa de unos cientos de metros de longitud que sigue inmediatamente a sotavento de ella.
Sin embargo el nombre de Punta Ginés aplicado a este saliente es muy antiguo, cartograficamente hablando al menos. Figura ya en el célebre mapa que se conserva en el archivo de Simancas que el alcalde de Fuerteventura mandó hacer en noviembre de 1730 para mostrar a las autoridades del archipiélago los devastadores efectos de los volcanes que habían comenzado en Lanzarote un par de meses antes, y se repite en otros mapas de ese mismo siglo y del siguiente. Habría que pensar entonces que su uso se perdería posteriormente a nivel popular y sería sustituido por este otro de La Punta del Roquito.
Dentro de la aludida zona costera de Ginés se hallan, de N a S, los topónimos menores de La Peña de Ginés, La Sonda Calajo –un ‘caletón’– y El Veril de la Galera.
En el tramo de costa que sigue, comprendido entre las puntas Ginés y Gorda, de algo más de un quilómetro de longitud, se cuentan los siguientes topónimos menores: La Cueva de los González, a poco de doblada Punta Ginés; un poco más allá, Los Placeres, el origen de cuyo nombre no hay que buscarlo en ninguna idea hedonística sino en un conocido apellido de la isla; La Matanza, un poco más hacia el N todavía; La Piedra de los de Femés, en el que 'piedra' tiene el significado de roca desde la que se pesca, que está por debajo del hotel inacabado Atlante del Sol, y La Brujienta, una zona de costa arriscada, que forma en parte el flanco izquierdo de Punta Gorda, significando aquí 'brujienta', aplicado como calificativo al suelo rocoso del lugar, áspera, escabrosa, de superficie desigual y abrupta.

Punta gorda. Es alta y gruesa, o sea, 'gorda', de flancos escarpados. El del N forma unos terraplenes escalonados de varios metros de altura cada uno, el último o más bajo de los cuales continúa introducido en el mar hasta bastante profundidad. Abajo, en la franja mareal, hay unos charcos grandes y hondos como piscinas naturales. El otro lado de la punta, el que mira hacia el O, es muy pendiente, casi cortado a pico, y en él se abre la cueva llamada de Antón, en cuyo interior anidan varias parejas de pardelas cenicientas (Calonectris diomedea).

Los Alperdiceros. Sigue a continuación de Punta Gorda. Forma este lugar un seno de costa muy abierto, de unos 400 m de amplitud, que termina por el lado E en La Punta del Bravío, y queda cerrado por el lado de tierra o espaldar por un risco vertical corrido, de 10 o más m de altura, a los pies del cual se extiende una especie de terraza o explanada de rocas muy oscuras a la que llega el mar cuando hay oleaje fuerte.
El nombre deriva del vulgarismo canario 'alperdiz', y parece por tanto indicar un lugar relacionado con perdices. Pero por su situación junto al mar y sus condiciones arriscadas de difícil acceso no parece que pueda ser frecuentado por tales aves. Ni siquiera el terreno que está por encima, árido y pedregoso, parece apropiado para las perdices. ¿Le provendrá el nombre de servir el lugar de refugio a cazadores de perdices?

La Punta del Bravío. Es la que cierra por la derecha a la ensenada de Los Alperdiceros. En su sector frontal es redondeada y baja, pero a sus espaldas el risco se eleva unos 10 m o más.
Próxima a esta punta, junto a la orilla del mar, por su lado de naciente, se alza La Peña del Acantilado, de unos 10 m de altura, algo redondeada a modo de torreón, a cuyos pies, en la zona mesolitoral, hay unos grandes charcos.

Caletón Largo. Unos 200 m más allá de la anterior punta se abre este 'caletón' alargado y de lados paralelos de unos 50 m de longitud, con una anchura o separación entre ambos de unos 30 m.
Un 'caletón' en la terminología marinera de Lanzarote es por lo general una cala de aguas profundas, no demasiado grande, y de paredes averiladas.

El Rincón del Palo. Es el tramo costero ensenado, de alrededor de 1 Km de amplitud, abierto al N, que tiene como centro a la 'caletilla' llamada El Callao del Rincón del Palo situada a 1.300 m al E de Punta Gorda.
'Callao', además del significado de canto rodado o guijarro, tiene en nuestras islas el de playa formada por tales piedras. En cuanto a lo de 'palo' sospecho que debe hacer alusión en este caso a algún madero grande y grueso o tronco de árbol que aparecería en este lugar arrastrado por el viento y las corrientes marinas. Ya desde mediados del siglo XIX registran este topónimo tanto el Diccionario de Madoz como el mapa de F. Coello.
Al lado de esta caletilla de 'callaos' hay un 'bufadero', agujero abierto en el techo de una cavidad rocosa por el que normalmente es expelido un violento chorro de agua pulverizada o un fuerte silbido debido a la presión ejercida por las olas. Sin embargo este se caracteriza por el gran poder de absorción que tiene al descender dentro el nivel de las aguas, arrastrando hacia su interior cualquier objeto que se le ponga en la entrada o boca, que es relativamente grande.

Los Hoyos de Blas. Se sitúa este otro lugar a poco más de 100 m de El Callao del Rincón del Palo anteriormente citado. Tiene también un 'bufadero', pero en este caso su acción se manifiesta por producir un intenso silbido como de un volador o cohete cuando se eleva.

Los Aramasos. Tramo de costa aterrazada que sigue a sotavento de La Punta del Convento, de más de 200 m de longitud y aguas profundas. Por el lado de tierra queda cerrado todo a lo largo por un risco que corre paralelo al veril de la orilla a unos 20 0 30 m de ésta, con lo que se forma una especie de explanada o amplio rellano que alcanza el nivel de las mareas medias en la que se abre una serie de grandes y profundos charcos que semejan vistosos acuarios naturales en los que pululan multitud de peces y otros animales marinos.
El nombre tiene desde luego todo el aspecto de ser guanche, si bien se halla precedido de artículo español y tiene también plural castellanizado. Nunca ha sido objeto de análisis lingüístico por especialistas berberólogos que yo sepa. Sin embargo, como simple hipótesis pienso que al resaltar en el espacio territorial del topónimo la presencia de los grandes y llamativos charcos precitados sobre cualquier otro aspecto físico del lugar, el nombre pueda tener algo que ver con ellos, sin que tal opinión pueda tener otro valor argumental que el especulativo.

La Punta del Convento. Sigue a continuación de Los Aramasos. Es alta y arriscada, salvo en su extremo más saliente, en que pierde altura considerablemente y se adelgaza.
Le da nombre una curiosa caverna así llamada que ocupa el arranque de la punta, a la que traspasa de lado a lado. Tiene de 6 a 7 m de altura y otros tantos de ancho, con una longitud comprendida entre los 10 y los 12 m. A poca distancia de la entrada S de esta cueva se halla una gruesa columna que parece sostener el techo. A su derecha, entrando, tiene una gran abertura que da paso a otra cueva contigua ciega, de mayor amplitud aún que la primera. El conjunto tiene, en efecto, un cierto aire conventual o de templo religioso que le ha valido el nombre. Delante de la entrada N se forma al bajar la marea un charco grande, de al menos 40 por 30 m de extensión, con algunas fosas de 5 a 6 m de profundidad.
La entrada a esta pintoresca gruta es sólo practicable a marea baja y con mar bonancible.

Piedra Alta. Es una punta poco saliente que sigue 250 m al N de La Punta del Convento. En ella sobresale un destacado peñasco, que es el que le da nombre.
A barlovento de este promontorio, entre él y la punta siguiente llamada del Viento, se abre el 'caletón' llamado por ella de Piedra Alta, rodeado de elevados paredones basálticos, con una cueva de amplia boca al fondo, a cuya entrada hay un charco grande muy vistoso por el colorido de las piedras y huecos del fondo.

La Punta del Viento. Sigue unos 200 m más arriba o N de la anterior. Es elevada, de hasta 25 m, y afilada. Su identificación resulta fácil por dos características que la hacen inconfundible: por ser su parte superior el lugar próximo a la orilla del mar que alcanza mayor altura en todo el terreno que corre por lo alto y a lo largo de aquel tramo de costa y por tener construido encima, en esa parte más alta, un mojón o pilar de argamasa, por cuya razón es también conocida como La Punta de Mojón Blanco o de Paredón Blanco. En cuanto a lo del Viento, su nombre más extendido, lo debe a la fuerza que adquieren allí habitualmente los alisios, o brisas, como se conocen estos vientos popularmente en la isla.

La Cueva de Samarín. Unos 300 m más allá de La Punta del Viento, casi a la altura del cortijo de Las Maretas, se encuentra este otro lugar, también conocido por Samarín a secas. Se trata de un entrante o rincón en la costa, de paredes escarpadas, casi verticales en algunos sectores, con una altura que oscila entre los 10 a 15 m, según donde se midan, cuyo suelo constituye una plataforma que queda a nivel del mesolitoral o poco más alta.
En los riscos de las paredes se abren varias cuevas de amplia boca, pero de poca profundidad, en las que han instalado sus nidos algunas parejas de palomas salvajes (Columba livia), al pie de las cuales ha acumulado el mar muchos 'callaos' por encima de un charco bastante grande. Dos de esas cuevas, las situadas en el lado N, se comunican entre sí lateralmente por un agujero grande que se abre a manera de túnel.
Samarín es apellido documentado en la isla en siglos pasados, originario de una casta de berberiscos de los capturados en el África fronteriza a Canarias en los tiempos de la esclavitud. En el mapa militar de 1984, escala 1:25.000, lo escriben Samari y colocan el nombre 1 Km más al N de su situación real, pero la gente dice Samarín como lo titulo aquí.

El Caletón de Rijo. Se trata de un 'caletón' que podría calificarse de prototípico por su forma y características generales situado 400 m al N de Samarín. Es grande, de unos 100 m de largo por 50 de ancho, de figura cuadrada, paredes escarpadas y aguas profundas.
Rijo es apellido bien conocido en Lanzarote, de origen portugués, pero no se sabe nada del personaje que le infundió al 'caletón' este nombre.

La Punta del Pejerrey. Entre El Caletón de Rijo y el siguiente entrante costero de El Caletón de la Cañada de las Maretas forma la línea de costa un perfil en arco convexo de más de medio quilómetro de longitud. El extremo o punto más saliente de ese tramo litoral, situado aproximadamente a mitad de él, es La Punta del Pejerrey, nombre que en Lanzarote se da al pez llamado cientificamente Pomatomus saltator.

El Caletón de la Cañada de las Maretas. Se trata de otro 'caletón', de mayores dimensiones aún que el vecino de Rijo, pues alcanza tanto o más largo que aquél y mucha mayor anchura, por lo menos 150 m en la boca, pero que interiormente está dividido en dos rincones o 'caletones' más pequeños, uno al lado del otro. El del N termina en una cueva que queda sumergida cuando sube la marea. Debe ser profunda, pues al entrar en ella las olas y comprimir el aire en su interior éste es expelido con gran fuerza arrastrando consigo horizontalmente nubes de agua pulverizada.
Por este mismo rincón o 'caletón' secundario vierte en el mar el barranco que procedente de las faldas de La Caldereta de Maciot pasa por el cortijo de Las Maretas, del que toma el nombre y lo trasmite al 'caletón' que está siendo comentado, pues 'cañada' en Canarias es término que se emplea a veces por barranco o barranquera.

Con este topónimo de La Cañada de las Maretas se llega al final de la serie de los que jalonan la línea de costa que bordea al territorio de Rubicón en estudio. A partir de él se inician los límites que lo cierran por el N, que consistirían en una línea más o menos recta, no fácil de precisar, que corre tierra a través pasando al S de los caseríos de Las Breñas y de Maciot y va a morir al pie del conjunto montañoso de Los Ajaches, sin topónimos especiales que reseñar. Finalmente esta cadena de montañas de Los Ajaches, por su costado de poniente, constituye los límites orientales del territorio, con lo que se completa el circuito o contorno que encierra a la comarca de Rubicón tal como se entiende hoy día este topónimo a nivel popular. De los topónimos comprendidos en estos límites orientales del territorio de Rubicón podrían destacarse como más importantes los siguientes:

Los Ajaches. Geologicamente considerada, esta pequeña sierra, como parte constitutiva del gran macizo sureño precuaternario, es de los terrenos más antiguos de la isla. En su base se encuentran los primeros materiales magmáticos que habiendo aflorado a la superficie del océano previo un largo proceso de erupciones submarinas comenzaron a conformar la isla de Lanzarote entre quince y diecinueve millones de años atrás.
En lo que respecta al significado que el nombre ajache haya podido tener en el idioma de los 'majos' apenas nada han dicho los expertos en lingüística bereber. Lo más próximo, foneticamente hablando, que me ha sido dable encontrar es el topónimo tinerfeño Agache, del que M. Suárez Rosales da en la revista LA SORRIBA de febrero-marzo de 1986 la siguiente escueta explicación: "En el dialecto bereber de Mauritania 'suelo, tierra, arena' se dice 'aguech", palabras que aplicadas a este caso de Lanzarote poca cosa o nada aclaran.
De las montañas o elevaciones que componen el macizo de Los Ajaches sólo interesan para este estudio toponímico las dos que llevan aún en nuestros días su nombre, que son Ajache Grande y Ajache Chico, pues Pico Redondo y El Pico de la Aceituna, que siguen hacia el N, quedan fuera del ámbito espacial del territorio de Rubicón.

Ajache grande. Esta montaña, de cumbre puntiaguda, o más bien afilada, alcanza una altura sobre el nivel del mar de 560 m. Por el lado de poniente, que es el que aquí interesa por formar a sus pies parte de los límites del territorio de Rubicón, es muy pendiente, y casi vertical en sus cotas más elevadas.
En los libros y en la cartografía oficial se la llama Hacha Grande, error que se viene arrastrando desde por lo menos 1876 en que figura así denominada en el mapa de Chil y Naranjo. Que este nombre es Ajache y no Hacha queda suficientemente demostrado con las dos razones dificilmente rebatibles siguientes: que aún se conserva vivo el nombre entre la gente del pueblo, si bien normalmente privado de la -a- inicial por caída de esa letra en la pronunciación vulgar, y porque el plural Ajaches lo confirma de forma inequívoca, el cual es reconocido como auténtico tanto en textos antiguos y modernos como a nivel popular.

Ajache Chico. Este otro nombre aporta un elemento de juicio más que confirma la forma ajache y el género masculino de esta voz aborigen que las versiones alteradas transmitidas literariamente quebrantan convirtiéndolo en Hacha –además de aplicarlo erroneamente a unos supuestos 'morros' que estarían al S de la montaña–, pues aunque el género se hallaba ya implícito en el artículo y el nombre en plural Los Ajaches, lo corrobora también en este caso el uso popular, ya que la gente lo nombra siempre Ajache Chico.
Es esta montaña, en consonancia con su segundo componente nominal, bastante más pequeña que la anteriormente comentada de Ajache Grande, de la que está separada por la Degollada de Perdomo. 'Degollada' ya se explicó lo que significa, y Perdomo es apellido creado en Lanzarote por castellanización del francés Prud'homme.
Ajache Chico, pues, y no Hacha Chica como ponen en los mapas y en los libros, la eminencia montañosa más meridional del macizo de Los Ajaches, sólo alcanza los 287 m sobre el nivel del mar en su punto culminante, que es poco más elevado que varios más que tiene en su alargada cumbre dispuesta en plano curvado.
En la cartografía oficial se le llama Montaña de la Breña Estesa, pero esa denominación es otro más de los muchos errores de que adolecen los mapas de esta isla, no sólo por no corresponder a la montaña en cuestión sino porque el nombre no es así sino Breña Esteba.

Breña Esteba. El lugar que lleva este nombre es en realidad la llanada en plano inclinado formada por materiales de aluvión que se extiende parte al pie de esta montaña de Ajache Chico, de La Degollada de Perdomo anteriormente citada y de la montaña Ajache Grande.
Lo he recogido, como acostumbro hacer siempre en mis investigaciones de campo, de gente baquiana, pronunciado bien distintamente en la forma que lo escribo aquí y sin artículo. Pero si bien el significado de 'breña' está claro nadie sabe cuál pueda ser el del componente 'esteba', por lo que ante la duda lo escribo con -b- como es norma hacerlo en estos casos. ¿Vendrá de la pieza del arado de ese nombre? ¿Será vulgarización del nombre de varón Esteban? ¿Tendrá acaso su origen en el portugués esteva, 'cisto, jara', nombre de una hierbecilla cistácea? En estos terrenos áridos y pedregosos con abundante componente calizo suele medrar en nuestra isla un matojillo perteneciente a esta familia, la popular 'rama cría' o 'madre turma' (Helianthemum canariense), que es parasitado por el sabroso hongo hipogeo llamado por nuestros campesinos 'papa cría' o 'criada', el Tarfesia pinoyii de los botánicos, muy afín a la trufa. Pero la verdad es que nunca he oído darle a la matilla en cuestión aquí en Lanzarote este nombre portugués de 'esteva'.

Con esta montaña de Ajache Chico se cierra la serie de los topónimos que jalonan la periferia del territorio de Rubicón. Procede ahora por tanto comentar los situados en su interior, para lo que procuraré seguir un orden que vaya de arriba abajo y de izquierda a derecha, algo así como el que se sigue en la lectura.

Los Llanos de las Maretas. Es la amplia llanura terrosa salpicada de piedras que se extiende hacia el O y SO del cortijo que les da nombre, a través de la cual discurre el barranco que vierte sus aguas al mar por El Caletón de la Cañada de las Maretas ya descrito.
Próximo al borde de estos llanos, por su parte NE, se encuentra el Cortijo de Las Maretas, registrado desde por lo menos mediados del siglo XIX en que lo cita P. de Olive, en cuyo lugar existen varios de estos típicos depósitos. ‘Mareta' es el nombre que se le ha venido dando en la isla desde por lo menos su ocupación por los europeos o años subsiguientes a una especie de balsa o albercón sin techo destinado al almacenamiento de las aguas de lluvia. Posiblemente derive del francés mare, 'charca grande', luego generalizado en la forma diminutiva, pues ya Maciot de Bethencourt durante su mandato en las primeras décadas del siglo XV habla de mares que había que reparar, como puede leerse en la Pesquisa de Cabitos.

Las Casillas. Franja de terreno de quilómetro y medio de longitud por lo menos que sigue a Los Llanos de las Maretas en dirección SE hasta las inmediaciones de El Terminito. En este lugar de Las Casillas se encuentra uno de los yacimientos arqueológicos 'majos' más extensos de la isla, descubierto por el que esto escribe en 1984, pues en él se contabilizan más de cincuenta restos de construcciones de piedra seca, la mayor parte de los cuales, a juzgar por los fragmentos malacológicos y cerámicos que tienen esparcidos a su alrededor, debieron pertenecer a viviendas.
'Casilla' es el nombre que parecen haber dado los españoles a las casitas o chozas de piedra seca en que vivían los primitivos lanzaroteños cuando éstas eran aéreas, mientras que cuando estaban parcialmente soterradas las llamaban 'casas hondas'.
Este territorio alargado de Las Casillas queda delimitado por su parte de arriba o N, a lo largo de toda su extensión, por los 'rostros' que llevan su nombre, es decir, por Los Rostros de las Casillas. Un 'rostro' en el habla popular de la isla es el frente o talud, de una a dos decenas de metros de altura por lo general, que se forma entre dos niveles del terreno como consecuencia de la detención de una colada espesa y de gran potencia sobre el suelo preexistente. Debe ser palabra de origen portugués, pues en dicha lengua se dan acepciones de esta voz que se aproximan bastante a la del accidente topográfico descrito. Estos Rostros de Las Casillas, de casi 2 Km de longitud, que siguen un curso sinuoso en el que destacan dos curvas mayores, se formaron por la superposición de las coladas provenientes del volcán de La Atalaya de Femés a las más antiguas de Montaña Roja.
Frente al seno de la curva mayor, que es la situada más al N, y casi en su boca, se localiza La Vega de Juan de León, una llanura terrosa, ligeramente ahondada, que debe ser el "Cerco de Juan de León" que se cita en el Plan Beneficial de Lanzarote de finales del siglo XVIII. Un par de cientos de metros a poniente de esta vega se encuentran Los Sanalejos, nombre cuyo significado me es desconocido. Se trata de unas lomillas rasas, pero conspicuas a pesar de su escaso relieve por no existir otras eminencias por los alrededores, con la salvedad de El Morro de Lorenzo, situado más al S, frente a los Bebederos de las Casillas, que ocupan el interior del segundo seno o curva más al S de los dos antedichos que forman Los Rostros de las Casillas.

La Tegala del Pendón. Hacia naciente de Los Rostros de las Casillas, a una distancia de quilómetro y medio o algo más, se encuentra el paraje de La Tegala del Pendón y no del Perdón como han dado en poner en mapas de ediciones modernas. Pero de este nombre Pendón, que parece arrastrar reminiscencias de gestas militares, nada se sabe sobre su origen. 'Tegala', por su parte, es una indiscutible voz aborigen con que se designa todavía en nuestros tiempos a un pequeño apostadero en forma de corralete en semicírculo, construido a base de piedra seca, por lo general sin techo, en lugar eminente, desde el que el pastor se protege del viento mientras vigila a los rebaños que pacen por las inmediaciones.

El Terminito. Después de Las Casillas, siguiendo el mismo rumbo SE, se extiende por espacio de un quilómetro largo hasta las proximidades de Tierra Grama, a pesar de su nombre en diminutivo, la zona de El Terminito con su cortijo del mismo nombre. En los mapas lo escriben El Terminillo, pero esa forma no es correcta.

Tierra Grama. Es, como se dijo, el territorio que sigue hacia el E de El Terminito. Se le llama así por la abundancia de las gramíneas de este nombre que crecen en él.

El Barranco de Cueva Segoya. Es abrupto y encajonado, de sólo unas decenas de metros de longitud, arrumbado de NE a SO. Está hacia el E de Tierra Grama, entre las localidades de Playa Blanca y Maciot, algo más cerca de la última.
Este nombre de Segoya, dado en primera instancia a una cueva algo mayor de las varias que se abren en sus paredes, en la que se protegían los pastores del calor o de la lluvia según el tiempo reinante, y transmitido luego al barranco, tiene todas las trazas de ser guanchinesco. Pero lo verdaderamente insólito del mismo es que no haya sido asimilado al del bulbo casi homófono tan ligado a la vida agrícola de la isla. Sin embargo no hay la menor duda de que es así, Segoya, cómo lo dice la gente. Lo he comprobado repetidas veces con personas muy buenas conocedoras de la comarca, insistiéndome todos en que no tiene nada que ver con 'cebolla'. Y como refrendo de esta versión popular actual está el hecho de que así lo recogió también en las últimas décadas del siglo XIX el investigador tinerfeño J. Bethencourt Alfonso por mediación de un amigo de Lanzarote, como puede verse en su citada obra.

Los Lomos. Saltando ahora al otro lado del territorio de Rubicón encontramos al NNO de Montaña Roja el paraje de Los Lomos, un par de eminencias alomadas producto del amontonamiento de espesas coladas expulsadas por aquel volcán. Por su interior o subsuelo discurre la cueva de su nombre, un túnel volcánico amplio y de bastante longitud.

Montaña Roja. Es la única montaña que rompe la uniformidad allanada de Rubicón, pues ya he explicado que la sierra de Los Ajaches queda fuera de su ámbito territorial, sirviendo sólo sus faldas de poniente para demarcar el lado oriental de dicho territorio.
Montaña Roja es un viejo cono volcánico, de alrededor de un millón y medio de años de edad, de los primeros por tanto que se formaron en el periodo geológico del Cuaternario en Lanzarote. La altura que alcanza sobre su base es de algo más de 150 m, lo que equivale casi a decir sobre el nivel del mar, pues el terreno en que descansa apenas se eleva unos 25 o 30 m por encima de la línea de las mareas. Se halla coronado por un cráter casi circular, de circuito cerrado, si bien con un cierto rebaje por la pared NNE, de fondo terroso, cuya profundidad es de 35 a 40 m solamente, siendo la longitud de su eje mayor, trazado de NE a SO, de unos 450 m.
De la emisión de lava de este volcán ya se habló al comienzo de este escrito cuando se explicó la naturaleza y composición del terreno de Rubicón. A lo dicho se podría añadir que en los últimos estadios de su actividad debió ser cuando vertió por el indicado portillo NNE del cráter los densos derrames magmáticos que formaron las eminencias alomadas que se extienden algo más de un quilómetro hacia el N de su base, parte de las cuales son Los Lomos comentados unas líneas más arriba. Por el lado opuesto o S los flancos del volcán son bastante escarpados y se hallan surcados por profundos tajos abarrancados, mostrando, especialmente por este lado, el acentuado color rojo que le ha valido el nombre a la montaña.
Tampoco se mostró parco este volcán en la expulsión de lapilli, el cual puede aún apreciarse, a pesar del largo tiempo transcurrido desde su erupción, matizando de color rojizo el terreno hacia el lado SO en que los vientos reinantes durante la erupción lo impulsaron en mayor cantidad, terrenos que a causa de ese color reciben el nombre de Costa Roja.

La Majada. Marginal a la propia Montaña Roja, pero adyacente a su base está el lugar allanado de cierta extensión llamado La Majada, ya seriamente afectado por construcciones y trazados viales de infraestructura turística. Se extiende por el lado ENE de la montaña, al N de la urbanización turística bautizada estramboticamente Montaña Baja.
Con el nombre de La Majada de este lugar se cometió por los medios de comunicación, especialmente por los escritos, un error al escribirlo La Masada con ocasión de una polémica surgida en 1991 con un proyecto de urbanización turística, error que se ha mantenido en algunos planos y escritos.
Medio quilómetro más al SE del anterior se localiza otro lugar, también más o menos allanado, llamado El Llano de la Vaca, y no Llanos de las Vacas en plural como ponen los mapas, topónimo que se puede dar como perdido en el uso popular por hallarse también practicamente invadido por construcciones turísticas modernas.

La Punta. Este lugar es más conocido por el nombre más extenso de El Cortijo de la Punta por el edificio de esta funcionalidad que hay en él.
Lo curioso de este topónimo es que no se encuentra a la orilla del mar como su nombre pudiera hacer pensar, sino tierra adentro, exactamente a un quilómetro y ochocientos metros justo al N de La Punta del Espejo ya comentada. Según parece, la razón de tan equívoco nombre reside en el hecho de tratarse de una avanzada hacia el S en forma de punta del campo lávico formado por La Atalaya de Femés, que destacan sobre el terreno más antiguo constituido por los materiales procedentes de Montaña Roja por su color más oscuro y particular contextura, dando la impresión de que las primeras son la tierra firme y las otras el mar.

Con este topónimo de La Punta se pone fin a la descripción de la serie de ellos contenida en el territorio de Rubicón en estudio. El que quiera usarlos con la debida propiedad, tal como los han entendido las gentes del pueblo a través de sucesivas generaciones, salvando así los yerros contenidos en la cartografía oficial, aquí tiene el instrumento válido de que servirse.
Para la debida localización de estos topónimos se puede recurrir al ‘Mapa Topográfico de Canarias’ (Lanzarote), de GRAFCAN ediciones, escala 1:20.000, de 2007, el autor de cuya toponimia es el que esto escribe.


2 comentarios:

  1. ...
    Gracias Agustín... Gracias por compartir tu pasión por desvelar las historias que guardan nuestros paisajes... Las suyas propias y las de las gentes que los habitaron...

    Me ha encantado leerte.

    Saludos

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  2. ...

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